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Artículos Cineclub Crítica Dossier: compositores/as de música para cine

La relación entre el cine y la industria de la música popular: algunas aproximaciones

Por: Cine Club Séptimo Sello del Centro Cultural San Antonio / Autores/as: Jaime Ortega, Fernanda Ortega, Patricio Millar, Gonzalo Villarroel, Maximiliano Dagá, Vanessa Amigo y Felipe Contreras.

Cuando hablamos de música en el cine, nos referimos a la unión que tienen estas dos expresiones artísticas en torno a una obra de arte total. La música opera como lenguaje comunicativo y, a su vez, es un mediador de emociones que constantemente está apoyando la imagen que la película está proyectando, convirtiéndose así en un elemento narrativo dentro de la historia. No es lo mismo ver una escena solo con diálogos, a ver una escena con ellos y que además esté musicalizada; la música apela directamente a los sentidos sin necesariamente pasar por nuestros pensamientos, evoca sensaciones sin darnos cuenta de que finalmente puede modificar y transformar nuestra visión como espectador respecto a algo. 

Es por esto que son diversas las formas que tiene cada director o directora de trabajar con música: algunos pedirán una banda sonora original y buscarán unir fuerzas directamente con un músico, explicándole las sensaciones que busca que se transmitan en un determinado momento, como es el caso, por ejemplo, de David Lynch; otros escribieron escenas con canciones ya compuestas que les gustaría ocupar posteriormente, pensando en la función lírica que puede llegar a tener la música en un filme, donde la letra tiene una enorme posibilidad de potenciar alguna sensación o texto que algún personaje dirá, como el caso de Wes Anderson y la música popular. Lo cierto es que, sea cual sea el método de trabajo, lo que un realizador o realizadora de cine siempre busca es poder contar con una banda sonora que contenga y canalice en sí misma toda la historia que nos presentará la película que, por opción creativa, se musicalizará. 

Tomando el último ejemplo mencionado, en donde directores o directoras hacen uso de canciones ya creadas y publicadas para sus películas, es que a continuación haremos una pequeña aproximación a tres distintas maneras en que el cine se ha involucrado con la industria de la música popular.

Cine rockumental

Un formato cinematográfico que, se podría decir, de forma natural ha trabajado relatos relacionados a la industria musical, es el documental. Dicha influencia se evidencia, por ejemplo, a través de la acuñación del término rockumental, definido por Roy Shucker y traducido por Eduardo Viñuela como “películas y programas/series de televisión que documenten festivales musicales, conciertos, giras, escenas musicales locales y la historia de las músicas populares urbanas” (Shucker, 2001: 179 en Viñuela, 2014: 16). Este podría situar su origen durante los años 60 con el boom del cine directo, movimiento cinematográfico asociado a rodajes de bajo costo, dado que utilizaba cámaras portátiles de fácil manipulación. Además, se caracteriza por buscar intervenir lo menos posible la realidad filmada, actuando como “mosca en la pared”, es decir, observar sin ser observado.

Un ejemplo paradigmático de rockumental es Don’t Look Back, importante filme estrenado en 1967, dirigido por D.A. Pennebaker. El cineasta muestra con su película la gira que Bob Dylan tuvo en Inglaterra aquel año, a través del ya mencionado cine directo. El profundo acercamiento a la vida diaria de Dylan que entrega Pennebaker, nos permite acceder a su intimidad, tanto de su trabajo como artista, como a la de su cotidiano. La cámara recorre los espacios, personajes, y se presenta errática e inestable como la vida misma. No busca, por lo mismo, presentar una narración preconcebida; más bien, hace surgir el cine desde el seguimiento, libertad y transparencia de su protagonista. Así, se conformaría uno de los documentales más influyentes de la historia.

Otros grandes referentes del rockumental son Monterrey Pop (1966), de Richard Leacock; Gimme Shelter (1970), de los hermanos Maysles; Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1979), nuevamente con Pennebaker tras cámara; Living in the Material World (2011), de Martin Scorsese o Looking for Johnny (2014), de Danny García.

Del escenario al set de rodaje: cantantes que revolucionaron la industria del cine con su música.

Otra arista que vale la pena analizar dice relación con los artistas que han hecho la mitad de su carrera a base de películas musicales y cuyos repertorios de canciones más famosas están constituidos en gran parte por las composiciones que conforman la banda sonora de esas películas. El caso más famoso y masivo es el del cantante Elvis Presley, que al ser una cara linda y contar con una voz prodigiosa, hizo que la toda la industria se moviera en torno a él, logrando tener a su haber aproximadamente 30 películas musicales, ejemplo claro de esto es Jailhouse Rock (1957). Se decía que las películas de Presley siempre iban a ser un éxito seguro: por más que la crítica tuviera comentarios opuestos, el público tenía un gran interés por estas. Muchos señalan que el éxito de Presley se basa en la fuerte inmigración que hubo hacia Estados Unidos en esas décadas, creando una gran mezcla étnica y cultural. Esto contribuyó fuertemente a que las comedias musicales fueran la única forma de entretenimiento de consumo rápido, ya que no se necesitaba gran conocimiento para poder disfrutar de estos metrajes.

En Latinoamérica unas décadas antes se dio un fenómeno similar: el caso del cantante de tango, Carlos Gardel. Con el advenimiento de una crisis política en el país, la nueva influencia de Estados Unidos y la creación del cine sonoro, los empresarios nacionales empezaron a invertir en tecnologías para imitar los estudios en donde se generaba esta nueva forma de hacer cine, lo que dio paso a los largometrajes musicales en Argentina. Gardel ya era exitoso como cantante, pero desde que llevó el tango al cine su éxito se expandió por el mundo, grabando varios metrajes en Estados Unidos y Francia, donde el tango y su voz sí o sí tenían que ser protagonistas. La admiración del público era de un nivel tal que en las exhibiciones de las películas en que Gardel aparecía se tenían que repetir las partes en las que él cantaba. Algunos ejemplos de sus películas más exitosas son Melodía del Arrabal (1932) y Cuesta abajo (1934). El éxito rotundo de Carlos Gardel ayudó a forjar una gran industria cinematográfica con base en el tango, llegando al punto de la creación de dos estudios, Argentina Sono Films y Lumiton y haciendo posible que, entre 1936 y 1939, se estrenaran más de 70 películas, conquistando de esta manera el mercado y convirtiéndose en uno de los periodos más exitosos para el cine trasandino.

Del acetato al celuloide: la adaptación de obras musicales al cine

Pero la relación entre el cine y la música no ha sido en un solo sentido; no es sólo el cine quien se ha fortalecido utilizando la música para construir una obra, sino que muchas veces ha sido esta última quien ha expandido su repercusión, haciendo uso de las imágenes para plasmar una idea. Pink Floyd, por ejemplo, en 1979 sorprendió al mundo con su álbum conceptual “The Wall”, el cual presentaba la historia de autodestrucción de una estrella de rock, quien va construyendo, ladrillo a ladrillo, el muro de aislamiento que termina separándolo de la realidad. Tres años después, un proyecto cinematográfico liderado por Roger Waters, utilizó la historia que se contaba en el disco, canción a canción, para crear la película The Wall. Por primera vez, los fanáticos de Pink Floyd pudieron ver con sus ojos aquellos rostros, figuras, situaciones o lugares que —aún siendo descritos— solo podían ser imaginados en la mente de cada oyente. Algo muy similar ocurrió con los álbumes Tommy (1969) y, en menor medida, Quadrophenia (1973) de la banda británica The Who, cuyas historias fueron llevadas a la pantalla grande en 1975 y 1979, respectivamente. También, dentro de esta corriente, se encuentra Imaginaerum (2012), adaptación cinematográfica basada en el álbum del mismo nombre de la banda finlandesa Nightwish, y que relata la historia de un viejo compositor que rememora toda su vida en su lecho de muerte. Junto a las anteriormente mencionadas, existen otras tantas producciones que, en definitiva, muestran esta simbiosis; esta relación casi recíproca entre el cine y la música, para convivir y beneficiarse mutuamente.

Sin duda que, además de las ya mencionadas, muchas son las formas en que el cine ha forjado lazos con la industria de la música popular, en donde, por ejemplo, también podríamos mencionar los biopics (cine biográfico) sobre superestrellas del rock como Bohemian Rhapsody (2018), sobre Freddie Mercury o Rocketman (2019), en relación a la vida de Elton John. Lo claro es que, dadas las enormes posibilidades que otorga el arte cinematográfico y el gran éxito comercial que surge de esta asociación, es de esperar que muchos más sean los proyectos que veamos (y oigamos) a futuro en este apartado.

Bibliografía

Shuker, R. (2001) Understanding Popular Music. New York: Routledge.

Viñuela, E. (2014). El Rockumental o la documentación discursiva de las músicas populares urbanas. Quaderns. (9). 15-23.

Una respuesta a «La relación entre el cine y la industria de la música popular: algunas aproximaciones»

Hola a todos,

Buen dia,

Tengo algunas consultas sobre su nueva plataforma:

Tiempo atrás había en su revista una entrevista a Leonardo Pakarati, pero al parecer en el cambio de plataforma se borró o algo así, porque ya no está.

También había un texto sobre el documental “Allende, mi abuelo Allende” de Marcia Tambutti, del 2015 igual, que tampoco está.

Estos eran los antiguos enlaces:

http://www.r7a.cl/article/entrevista-leo-pakarati-sobre-te-kuhane-o-te-tupuna/

http://www.r7a.cl/article/critica-allende-mi-abuelo-allende-de-marcia-tambutti/

Y lo último: la sección «Ediciones Anteriores» está vacía.

PD: El mail (contacto@r7a.cl) de contacto rebota.

Saludos, gracias

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