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Artículos Especial: FICValdivia 2012

La experiencia de un debutante en Valdivia

Por: Matías Morales / 08 de octubre, 2012

“Croniquiando con mi locura a cuestas, reconociendo lugares en los que nunca había estado, verdes llovidos y raros soles, aunque siempre presentes, aparecidos.”

Llegando a Valdivia la mañana del miércoles, me encuentro en una de las ciudades más lluviosas del mundo, el cielo se despedaza en formas de gotas de agua y el día parece perfecto para recorrer, respirar, moverse y crear. Claramente muy escasos son los mortales que pueden desarrollar todas las actividades anteriores con el estómago vacío o la boca seca, no soy de esas excepciones. Un shop de cerveza negra es lo suficientemente alimenticio para sobrevivir un buen rato. Pero si de tomar se trata voy a retomar el sentido de mi visita a Valdivia: La 3ra Convención de Cine Clubes de Chile.

Dado mis deberes pasé una noche tranquila para encontrarme el día jueves 4 de octubre en la apertura de la convención, cuya temática principal es Cine y Educación: la formación de audiencias, el rol de las universidades en un proceso educativo con los asistentes a funciones de cine, salas abiertas a la comunidad, gratuitas y con ciclos variados en temáticas y ubicación geográfica, estilos narrativos y propuesta estética; proyecciones que al concluir se enriquecen con preguntas, debates y conversación. Debo decirlo, soy un espectador en formación, un joven en moldeo constante de las diversas formas que el mundo se me enfrenta, por eso me tomo esta labor de comunicar mi experiencia, mi primera vez en el Festival de Cine de Valdivia y en una convención de Cine Clubes.

Primer día de convención y en la mesa estaba Luis Horta, coordinador de la Cineteca de la Universidad de Chile y en representación del Cine Club de la Universidad de Chile, Claudio Pereira del Cine Club de la Universidad de Valparaíso y profesor de la misma casa de estudios y Ramón Reyes, coordinador del Cine Club La Mosca en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Estos personajes contaron sus experiencias coordinando y aplicando las nociones del Cine Clubismo, haciendo hincapié en la existencia de un analfabetismo audiovisual. Más interesante se tornó el asunto cuando se abrió la ronda de preguntas del público, donde el profesor de cine Carlos Ossa hizo una intervención respecto a cuáles eran los criterios de formación del público que asiste a las funciones.

Luis Horta, Pablo Inostroza, Ramón Reyes y Claudio Pereira (de izq. a derecha).

El pueblo es chico y el infierno coexiste con el cielo cuando se despeja y la ciudad más lluviosa es también la más hermosa. La propuesta educativa que trae el cine, el entendimiento de una pieza audiovisual de parte del espectador, para que pueda hacerla suya, contraponer su visión del mundo a la de la obra: Limpiar las cáscaras, rasgar las falacias que el cine comercial, la industria cinematográfica de Hollywood, los pésimos reseñistas, nunca críticos, inventos de evaluadores poniendo notas a las películas, se han encargado de colocar a la audiencia en una posición pasiva, insulsa y nula en cuanto a participación y formulación de discursos. En esta coexistencia se puede decir, que más que espectáculo y entretenimiento que rellena los momentos de ocio, sea un recurso para interpelar a la realidad que se le impone.

Como mencioné ser un sujeto en constante moldeo, la segunda noche no fue tan tranquila, Valdivia seguía alimentándome de rubias y negras cebadas, tardes de cine y noches de fiesta. No deja de sorprenderme la hospitalidad de los sureños, la cordialidad al presentarse y averiguar quiénes son estos sujetos que año tras año vuelven más movediza la ciudad. Puedo agregar a modo de anécdota que el solo hecho de compartir una cerveza, abre el corazón de los valdivianos a invitarte a venir en otra época del año, en verano por ejemplo, con alojamiento, panoramas musicales y divertimiento incluido.

Al segundo día de convención llegué un poco atrasado, es necesario mencionar que fue debido a la noche bizarra que nos tocó. Pero más curioso aún fue llegar y escuchar reiterativamente “porno”, “cine porno”, “película bizarras”, tuve que enchufarme en las ponencias que correspondían al viernes, que era un lanzamiento de una revista de bolsillo llamada “Noctámbula” que potencia la actividad cinéfila realizada en Valparaíso, donde se repetía el plato el académico Claudio Pereira, junto con dos miembros importantes de la revista que se estaba estrenando y de Insomnia alternativa de cine, ubicado en el Teatro Condell, que funciona en las tardes como cine pornográfico y durante la noche tienen una programación bastante peculiar para cada día de la semana.

Su ponencia me dejó maravillado y con muchas ganas de ir al Teatro Condell un fin de semana y ver que se traen con secciones como “Formación de espectadores”, “Piezas nacionales” o “Noches de Insomnio” donde algunas funciones son completamente gratuitas y en otras se cobra no más de dos mil pesos y pueden llegar a exhibirse nueve horas continuadas de películas bizarras, gore, estrenos anticipados o piezas audiovisuales de lugares del mundo que los cines comerciales nunca traen a sus carteleras.

Pablo Inostroza

Para coronar el jóven Pablo Inostroza del Cine Club de la Universidad de Chile, nos presentó el Manual de Cine Clubismo, que incorpora un marco legal con el tema de los derechos de autor y la exhibición de filmes con fines educativos, también presentó  un listado de las películas “esenciales” que hay que ver de cine nacional para familiarizarse con el quehacer de los realizadores chilenos de décadas pasadas, que utilizaban el cine como una herramienta educadora, algunos ejemplos de los arquitectos Pedro Chaskel y Segio Bravo que iniciaron el cine experimental en Chile, sin saber mucho de realización audiovisual, pero si inspirados en historias, vivencias y aprendizajes que lograron proponer en sus películas.

Finalmente Carlos Molina y Karla Díaz, dueños de un proyecto ganador en el Fondo Audiovisual 2011 del área de difusión y educación, nos contaron sobre la experiencia de realizar un taller de formación de audiencia y la formulación de un Cine Club comunitario en la localidad de Pelluhue, ubicada en la costa de la región del Maule. El par de jóvenes estaban anticipando lo que se venía al tercer y último de día de la 3ra Convención de Cine Clubes de Chile: la descentralización.

“Regionalización donde quedó esa cuestión” canta Miguel Barriga, vocalista del grupo musical Sexual Democracia, oriundo de Valdivia. Y alude al centralismo chileno, tema, al parecer, de nunca acabar en un país tan largo y angosto como el nuestro, pero cada cierto tiempo explotan las ciudades, estallidos sociales denunciando el espejismo y falsedad del estado chileno, que vuelve invisible el brutal centralismo y la inequidad territorial, que esconden administrativamente con el simple hecho de poner dentro de un marco legal la regionalización.

Cuando los Ayseninos se alzan como pueblo y se manifiestan en las calles, lo que quieren son hechos y no leyes que adornan la constitución y suenan bastante hermosas e integradoras. Las acciones que propone el Cine Clubismo valga la redundancia es formar Cine Clubs y educar al público.

Es sábado 6 de octubre y tenemos en la mesa de ponencias de la convención a Claudio Pereira y lo acompaña Rodrigo Márquez, ambos encargados de la programación y producción de INSOMNIA alternativa de cine, donde se encargan de proyectar “Piezas disidentes” como le llaman ellos en el Teatro Condell, Valparaíso, e incorporan las obras que no traen las cadenas de cines comerciales, entre ellas extrañas piezas de regiones de chile, así como de distintas latitudes del mundo. La gracia es que mayoritariamente son funciones gratuitas, o por un costo menor al de los cines comerciales, y son invitados los directores, actores o críticos que tengan algo que transmitirle al público respecto de esos filmes, finalmente se arma un foro sobre lo que se acaba de ver y el espectador, ya no tan pasivo, se va con una retroalimentación de escuchar a otros. Claudio dice- “no importa si entendió la película o no, si se quedo dormido, si le dio hambre, ganas de vomitar o ganas de pararse e irse, lo importante es la experiencia, y compartir esa experiencia es lo que enriquece al público”.

Claudio Pereira, Rodrigo Márquez y Udo Jacobsen (de izq. a derecha)

Rodrigo Rosas, coordinador del Cine Club Sub-Topo de Osorno, también tiene “experiencias” que compartir en esta 3ra Convención de Cine Clubismo Chileno, menciona entre otras actividades la musicalización en vivo de películas mudas. Su consejo para la formación de audiencias es comprender que cada localidad tiene intereses y problemáticas comunes acorde al lugar geográfico y social que comparte. Desde allí se realiza la programación de los ciclos del Cine Club.

Con esto y siempre con la interesante intervención del público finalizó la convención, donde se criticaron las modificaciones en fondos concursables, por ejemplo en el área de investigación, que acoto el tipo a investigaciones de mercado y estadísticas. Bastante curioso que estas sean funcionales para el empresariado chileno y de poca utilidad para la ciudadanía común y silvestre.

Todo acaba con la invitación a una tertulia en un sitio ameno, llámese bar, donde se  ahonda de manera más coloquial en lo que fue la 3ra Convención de Cine Clubes de Chile, en el marco del Festival Internacional de Cine de Valdivia 2012, especulando sobre la formación de la Federación de Cine Clubes de Chile.

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Especial: FICValdivia 2012 Festivales Noticias

Leviathán

Por: David Antich / 06 de octubre, 2012

Leviathán

(Paravel/Castaing-Taylor, 87 minutos)

En la inauguración del festival, mientras esperábamos afuera del Aula Magna de la Universidad Austral a que algunas personalidades desocuparan asientos para ver Miguel San Miguel, un colega me preguntaba –a propósito de la autoafirmación del festival sobre su carácter “ecológico”– si acaso yo era animalista, lo que siempre me ha costado responder. El terreno ético de la relación entre la humanidad y las otras especies animales, no se puede representar sin atender a la concepción etnocéntrica que caracteriza al pensamiento moderno. Y por eso, en la relatividad de las posiciones contemporáneas, uno puede declararse animalista por no vestir cuero ni comer carne, pero sin cuestionar la racionalidad del capital, que se funda justamente en la dominación y el control humanos sobre la naturaleza.

Todo ese rollo político volvió a mi cabeza al día siguiente, en las salas de cine del mall de Los Ríos, donde se estrenaba Leviathan, un documental observacional, cuya muestra es parte de la Competencia Internacional. Entré a la sala motivado por el título bíblico y filosófico, sin tener idea de la obra a la que me iba a enfrentar. La primera escena nos situaba en un pesquero de arrastre, a través de un plano secuencia subjetivo, donde los trabajadores levantaban la malla cargada de peces, a una hora donde la luz podía ser la del comienzo del día o la de su ocaso.

Unas pocas palabras sobre el proceder del trabajo fueron los únicos diálogos de Leviathan. La película hacía al espectador parte de la tripulación de un barco, que sumergía sus redes en una mar picada, extraía cantidades industriales de peces, mariscos y crustáceos, los destrozaba muy operativamente, guardando lo que luego sería alimento y otras utilidades, y dejando de lado aquellas partes “inútiles”, es decir, de las que no se puede extraer valor, y finalmente volvía a sumergir las redes para repetir el ciclo.

La operación tecnológica de esta realización es la que le otorga su carácter “subjetivo”, en el sentido de que estamos detrás de una cámara que tan pronto parece los ojos de un pescador, como luego se sumerge en el mar junto a los peces, y vuelve a la nave, para pasar entre medio de la masa de cadáveres marinos, cuyos “excedentes” regresan a la mar, en medio de un flujo de sangre mezclada con el agua de la lluvia y el océano. El impresionante diseño del sonido asegura la inmersión del espectador en esta atmósfera de cotidiano enfrentamiento entre fuerzas productivas y naturales. La angustia es inevitable. La conmoción por ser parte de un grupo de hombres cuyo trabajo es la depredación procedimental de la fauna marina, es mayor al asombro por la disposición y los recorridos de la cámara. Aquella “subjetividad” que hace al público “pertenecer” a la nave no es solo un genial despliegue técnico; ninguna técnica es neutral. Aquella posición es la forma de imprecarnos nuestra cómplice pasividad, de demostrarnos a los espectadores que la humanidad de la que formamos parte, está acabando con la vida. Secando los ríos, inundando bosques, desforestando selvas, llenando de cemento todo el territorio, siempre en el nombre del desarrollo. Pero para ello, no hizo falta una pornografía de la destrucción. Leviathan nos hace viajar por el interior y el rededor de un espacio muy pequeño y muy simbólico, revelando el imperio de la economía sobre la vida. Su ritmo pausado, sus planos secuencia que develan algo así como una realidad del tiempo, activan la reflexión, aquel ejercicio tan necesario y actualmente tan despreciado por la razón capitalista.

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Artículos Crítica Especial: FICValdivia 2012

74 m2: «Son Ellas»

Por: Diego Pino / 05 de octubre, 2012

Resulta difícil pararse ante esta película, no solamente por la temática social que toca, si no también por su nivel de producción, la duración en la realización, la ardua investigación y por qué no, también por enfrentarse a sus directoras. 74 Metros cuadrados es la historia de mujeres en búsqueda de su casa propia, es una película sobre la raza humana, es una película sobre la inoperancia de las instituciones públicas, sobre los prejuicios sociales, sobre la discriminación, sobre la cotidianidad,  sobre la burocracia, es una película que refleja a los pobres trabajando por los pobres. Quizás la poca claridad sobre de qué se trata la película, pueda ser el problema de este documental: Un punto de vista algo difuso.

Hemos escuchado durante años la política sobre las viviendas sociales en nuestro país, que tiene que ver con la poca capacidad de solucionar un problema desde la raíz, pero poco habíamos escuchado a quienes vivirán en estas casas y el como se organizan, que parece ser más interesante tanto para la política como para el cine. Pero resulta, como cualquier actividad humana, que el conflicto mayor comienza a crear más conflictos, y muchas veces son personales,  74m2 se establece ahí, en sus personajes y su vivencia en el conflicto. De manera cercana va acercando al espectador con sus andares por conseguir su casa, en su felicidad, en sus tristezas, relegando finalmente a un segundo plano el conflicto sobre las viviendas,es ahí donde es probable que pierda su foco.

Por lo mismo este documental entrega algo importantísimo, que seguramente el tiempo de grabación o la investigación o la vida de sus directoras fue empujando, que parece ser lo más importante para el ser humano y que establece los pasos a seguir en nuestras vidas, que son las relaciones personales. Entre las dirigentas sociales del comité, suceden cosas, hay rencillas, hay problemas familiares, y eso le da una vuelta distinta a una película de vivienda social, enriqueciendo, para mi, todo el relato; una vuelta, seguramente, inevitable y necesaria.

Creo haber visto una gran película, un interesante y entretenido documental, con una impecable calidad técnica, no creo haber visto un documental casado con la problemática de vivienda social, pero a mi parecer entiendo que son las relaciones humanas que terminan guiando los relatos propios de la realidad, por eso creo que es una película sobre mujeres y la raza humana. Es quizás ahí donde se pone difuso el punto de vista y en un principio hace difícil reconocer un objetivo, que a los 20 minutos soy capaz de descifrar; son las dirigentes: Son Ellas.

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Artículos / Estudios de Autor Especial: FICValdivia 2012

Lautaro Murúa y los ejercicios de la memoria

Por: Luis Horta / 05 de octubre, 2012

* Texto aparecido en el Catálogo del Festival internacional de Cine de Valdivia 2012.

Todo ejercicio de la memoria es subjetivo en cuanto a su capacidad intrínseca de crear y establecer una imagen identitaria, ya sea ésta social, individual o en torno a sujetos capaces de leer en su historia el paradigma de la naturaleza humana. La experiencia, el acto irrepetible del acontecimiento, parece moldear ese espacio intangible llamado memoria, y someterla a la sensibilidad por medio del recuerdo. En este panorama ¿Qué significa la ausencia de memoria, es decir, el olvido?.

Hablar de patrimonio fílmico es hablar en torno a la política de la memoria. Eso lo han entendido las instituciones, para bien y para mal, que instalan lugares comunes en el escenario público para luego relegar nuestra memoria a la invisibilización. La política de la mala memoria en Chile ha sumido a diversos directores, actores, técnicos, películas, movimientos y experiencias en un lugar marginal dentro de un panorama que permite el predominio de estas prácticas. Armando Rojas Castro, Edmundo Urrutia, Fernando Bellet o Luis Cornejo permanecen como nombres, y no como articuladores de corrientes y movimientos dentro de la historia del cine local, algo que es un deber resarcir.

Una forma de releer nuestra historia es por medio del cine, y un claro ejemplo de ello es Lautaro Murúa, cineasta emblemático, trasterrado, polémico y desconocido, nunca filmó en Chile pero sí lo hizo desde Chile, desde el desarraigo y el exilio, cuya sensibilidad social gatilló una serie de películas vinculadas con los problemas de una latinoamérica pobre y colocándose del lado de aquellos permeables a la injusticia: los niños, los pobres, los honestos. Relevar a Lautaro Murúa como autor, descubrirlo como cineasta y entender las problemáticas sociales implícitas en toda su obra, son los objetivos tras recopilar y divulgar gran parte de sus obras y desempolvarlas del olvido.

Nacido el 29 de Diciembre de 1926, Murúa tuvo sus primeras aproximaciones a las artes en el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, posteriormente incursionando como actor en algunas de las pocas producciones chilenas realizadas a inicios de los años cincuenta. Debe exiliarse en Argentina tras la llegada al poder del General Carlos Ibañez del Campo, involucrándose en la vida intelectual y artística porteña. En 1960 dirige su primer film, “Shunko”, con guión de Arturo Roa Bastos. Un año más tarde filma, “Alias Gardelito”, retrato de los barrios bajos de Buenos Aires y que fue censurada en Chile pese al reconocimiento internacional. La década siguiente le permitió consagrarse como uno de los más importantes actores del cine argentino, con apariciones en películas como “Martín Fierro” (Leopoldo Torre Nilsson, 1968), “Invasión” (Hugo Santiago, 1969), “Los Traidores” (Raimundo Gleyzer, 1973), “Nazareno Cruz y el lobo” (Leonardo Fabio, 1975), entre varios otros. Intenta filmar una película junto a Raúl Ruiz en 1963, “El Retorno”, que nunca concluyen y de la que aparentemente se ha perdido toda pista de existencia. Recién en 1975 realiza un nuevo largometraje “La Raulito”, que nuevamente incorpora temáticas como la lucha de clases y la humanidad ajena al predominio del capital. Sin embargo debe exiliarse por segunda vez un año más tarde, en esta ocasión luego de la ascensión del General Perón, radicandose en España. Retorna a Argentina en 1983 para filmar “Cuarteles de invierno”, una película madura, oscura y melancólica, basada en la novela de Osvaldo Soriano y con música de Astor Piazzola. Sería su último film, que no le impediría actuar en algunas películas más hasta que su vida se agotó un día 3 de Diciembre de 1995.

La presente retrospectiva no sólo intenta ser justa con uno de los artistas importantes de nuestra historia, sino que posibilitar que la trascendencia se transforme en la posibilidad de sensibilizar en torno a la importancia de nuestro patrimonio para con ello instalar la urgencia de nuestra memoria.

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Artículos Crítica Especial: FICValdivia 2012

«La Respuesta» de Leopoldo Castedo: Encuentro con la memoria

Por: Luis Horta / 05 de octubre, 2012

No es novedad ver, en el contexto de este Festival, salas llenas de estudiantes y gente joven ansiosa de descubrir nuevos nombres, cineastas, películas, movimientos de cámara o efectos visuales. Lo que si es novedad, es que esa misma generación que ha crecido permeable a la influencia medial y la inmersión virtual, asista en masa a ver una modesta película documental chilena filmada en 1960. Lo que se vivió la tarde de ayer en el re estreno de la película «La Respuesta», restaurada por la Cineteca de la universidad de Chile, fue un verdadero acontecimiento: un lugar único e irrepetible cuyo tiempo y espacio parecieron suspenderse en una dimensión paralela al cotidiano del Festival, algo que adquirió un significado especial en torno al cine nacional.

La sesión de ayer fue, en estricto rigor, una provocación. En un contexto donde los apoyos al rescate del patrimonio fílmico nacional son limitados o sometidos a operaciones políticas, la exhibición de «La Respuesta» en una sala llena es alentadora para generar una reflexión  mayor en torno a la relación memoria-público. Proyectar un film como éste es, en esencia, un acto político que fue recibido de la mejor manera por los espectadores, ya que su sola presencia es el significado más elocuente sobre el reclamo al derecho a la memoria, a la historia y a las posibilidades de acceder a nuestro cine. El derecho a recordar no está escrito en ninguna ley, constitución o código, pero la posibilidad concreta de reconstruir imaginarios despojados, vidas quebradas o lugares desaparecidos, no puede ser sometido al mercado o a las dinámicas reaccionarias de enfrentarse al arte o a la historia.

«La Respuesta» es un documental filmado por Leopoldo Castedo en medio de la catástrofe que sacudió a gran parte del sur de Chile en 1960, en el terremoto más violento que haya registrado algún aparato de medición: 9,5º. Dos mil muertos y dos millones de damnificados son las frías cifras que resumen el cataclismo más trágico que recuerde una generación entera. Valdivia fue una de las ciudades más dañadas por el movimiento telúrico, tragedia que pudo ser peor luego que el lago Riñihue viera bloqueado sus desagües a partir del derrumbe de tierra, posibilitando que éste se rebalsase e inundara la ciudad completa. La película documenta in situ todos estos acontecimientos y la insólita «respuesta» de la gente, que permitió el salvataje de la ciudad. El incesante colectivismo de trabajadores voluntarios que día y noche realizaron faenas a punta de palas y picotas para destapar las salidas de agua aparece ante la cámara de Sergio Bravo, que acompañó a Castedo en la empresa de registrar un momento único, encabezado por el empuje del ingeniero Raúl Sáez. «El Riñihuazo» aún es recordado entre los habitante de Valdivia, no solo por los sobrevivientes, sino por aquellas generaciones que han escuchado la historia de cómo fue la misma población la que decidió tomar las riendas de su destino.

Castedo, que en su juventud en España acarició la ideología anarquista, emigró a Chile a bordo del legendario barco Winnipeg junto a otros exiliados de la guerra civil, transformándose en una relevante personalidad entre la intelectualidad local. Su paso por el cine fue breve, siendo reconocido por sus aportes en el campo de la historia y la etnografía. El documental «La Respuesta» es su único film de largometraje que realizó, y a pesar de ser una obra mítica para Chile, no se había reparado en la fragilidad en que se encontraba: los negativos se destruyeron en el incendio de los laboratorios ALEX de Buenos Aires, y la única copia 35mm existente quedó abandonada tras la intervención militar que sufrió la Universidad de Chile en 1973. La no existencia de copias en 35mm o versiones de acceso al público fue un daño que comienza a resarcirse luego de ésta restauración que, sintomáticamente, fue financiada con recursos españoles.

A casi cincuenta años de su estreno, el film se ve fresco, límpido y sobrecogedor al develarnos la naturaleza de un país que fue despojado a su gente, donde los gestos humanos no se hacen para el rédito publicitario, la explotación de la imagen o los beneficios personales. «La Respuesta» es una lección en muchos sentidos: de la urgencia por recuperar la memoria de un país, de restituir los despojos y de reformar los sistemas que posibilitaron la pérdida de nuestra memoria. La amnesia en que se ha sumido a varias generaciones, los estereotipos e imaginarios de país que se han implementado y la validación de sistemas de vida determinados por el mercado se ponen en jaque a partir de un modesto documental. También es una reflexión sobre el rol de la Universidad estatal que posibilitó que uno de sus académicos se vuelque al trabajo directo con la gente. Ese es el gesto político: la perspectiva histórica que permite enfrentarnos no solo a la verdad, sino a los cuestionamientos que nacen a partir de descubrir cómo un país que ya no existe pero sigue siendo el mismo.

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Artículos Crítica Especial: FICValdivia 2012

Miguel, San Miguel: Una historia Más

Por: Diego Pino / 03 de octubre, 2012


Debo decir que entré al Aula Magna de la Universidad Austral en Valdivia con un mal prejuicio sobre la «Película de Los Prisioneros», pues tenia la sensación de que hacer una película sobre una banda tan conocida, podría terminar en una muy pretenciosa cinta. Finalmente salí de la proyección con una opinión totalmente contraria, esta era sólo otra historia más.

El cine son historias. Conocido es el dicho de que todas las historias fueron contadas hace mas de 2000 años, y realmente lo único que podemos hacer es manejar de mejor forma la información que tenemos y encontrar la mejor forma de contarlas; y aunque esto sea cierto o no, lo principal está en poder hacer atractivo lo que queremos contar de manera interesante (no quiero usar la palabra novedosa).

Miguel, San Miguel, tiene un problema (para mi): se me presenta como una historia más, ni tan interesante ni tan entretenida, finalmente no fue la historia de esta importante banda, como era vendida, si no que se presenta a un grupo de jóvenes ochenteros, a veces demasiado mitificado, que querían tener una banda de rock, como muchos de nosotros, y que afortunadamente ellos pudieron formar para placer de todos, pero que se basaba en conflictos personales de Miguel Tapia, que si bien puede ser interesante, lo siento, pero no fue lo que yo iba a ver (mal informado quizás). El tema es que vimos historia de amor, sexo, conflicto social muchas veces forzadas, para ir construyendo una historia que no aporta muchos mas datos sobre lo que ya conocemos. Me faltó verlos más contestatarios y por supuesto escucharlos más (lamento enterarme que es por un tema de derechos)…. Me faltó.

Y aunque agradezco esa puesta en escena que establece una simplicidad, tanto el blanco y negro y la cantidad de buena música que escuchamos, no logra jamás insertarme en un relato que implica una carga histórica importante, y que termina haciendo predecible cada minuto que va ocurriendo, quizás por lo difuso de las conexiones entre escenas, pero eso ya es entrometerse en algo mas especifico propio de la construcción de una película, en el que no quiero entrometerme. Por ahora me quedo con la sensación de momentos que hacen difuso un relato con un objetivo que a veces me parecía poco claro. Si bien tiene diálogos muy entretenidos y con personalidad, nunca pude verlos a ellos, es decir, podría haber sido cualquier grupo de amigos.

Supongo que a muchos, al contrario mio, les gustó o creen que es una mejor forma de contarlo, puede ser, la verdad no lo sé, quizás sea mejor hacer un musical o una película netamente de música como escuché por ahí.Lo que sí se es que aún no llega «La película de los prisioneros».

Finalmente me quedo con un buen rato en el Festival de Cine de Valdivia, pero quizás, ¡quizas! hubiese sido mejor cumplir con mi prejuicio anterior y ver una película absolutamente pretenciosa.

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Artículos Especial: FICValdivia 2012

Comienza el Festival de Cine de Valdivia! cobertura especial de Séptimo Arte

Por: Editor / 03 de octubre, 2012

Estamos en la tierra de «Heidi» González, de Miguel Barriga, de Daniel Guerrero y de Camilo Henríquez. También el lugar donde se realiza el Festival internacional de Cine de Valdivia, evento que comenzó anoche con la proyección de «Miguel, San Miguel»,  película que recrea la historia de la banda punk «Los Prisioneros», algo así como la «Control» chilena.

Durante cinco días estaremos cubriendo actividades, exhibiciones y un sinfín de pormenores que lo más probable no ingresen a la prensa oficialista.

Pronto, reportes desde el sur de Chile.