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Algunas reflexiones en torno al cierre de la Sala de Cine BF Huérfanos

Por: Luis Horta / 27 de julio, 2012

Este 30 de Agosto dejará de funcionar la Sala de Cine BF Huérfanos, a casi un año de su apertura. El sorpresivo y violento cese de actividades de un espacio que destinó un alto porcentaje de su pantalla a la exhibición de cine chileno, se ha transformado en comentario obligado de las redes virtuales, pero detona una reflexión mayor referido a las formas de acceder al cine nacional y los aportes estatales para el desarrollo de éstas instancias. En definitiva, la carencia de un diálogo sobre políticas públicas vinculadas a la cultura cinematográfica y la educación de audiencias.

Algunas consideraciones que vale tener en cuenta: el 21 de Enero de 2011, revista Qué Pasa publicó la nota “Cine Club se toma Huérfanos”, donde se informaba que la empresa distribuidora de películas BF compraba a la cadena Hoyts el complejo ubicado en la Calle Huérfanos, donde antiguamente se ubicaba el mítico Rex, con el objetivo de “convertir el cine club en un encuentro de la industria chilena”, como señalaba uno de los nuevos dueños.

Lo cierto es que nunca funcionó como Cine Club, -ni siquiera en su nombre- pero si cumplió con ser una alternativa para que la incipiente “industria cinematográfica nacional” contara con una nueva pantalla en -dato no menor- un perímetro que ya albergaba otras cinco salas de cine arte: El Cine Arte Normandie, el Centro Arte Alameda, el Cine El Biógrafo, la Sala de Cine de la Universidad Católica y la Sala de Cine de la Cineteca Nacional de la Fundación Centro Cultural Palacio La Moneda, sin contar las actividades audiovisuales que realiza esporádicamente el Centro GAM como ser sede del FIDOCS.

Los dueños del nuevo complejo cinematográfico llamado BF Huérfanos, -Matías Lira (el mismo director del film “Drama”), Matías Cardone, Steve Ashmore y Carlos Hansen (también miembro del directorio de Colo Colo),- pronto consiguieron un jugoso aporte del Estado por la no despreciable suma de $120 millones de pesos de los Fondos de Cultura en la línea de Apoyo a la exhibición de cine chileno en multisalas, la que financia a privados para que proyecten películas nacionales en sus cadenas cinematográficas. En perspectiva, es una cifra bastante mayor que los $29.864.080 entregadas a la implementación del Cine Arte Normandie, con 30 años en el rubro, o los $20.783.492 asignados por concurso al Cine Club de la Universidad de Chile para adquirir un proyector 2K de Alta Definición, e infinitamente superior a los $3.500.000 entregados a la Casa de la Cultura de Coronel para implementación de su sala de cine. Un análisis de aquellas cifras permite constatar el interés del nuevo gobierno por priorizar el trabajo de la industria de cine nacional, y que instale la comercialización como eje del desarrollo del cine.

Aún así, las regiones siguen siendo devoradas por el consumo, donde solo se proyectan películas en centros comerciales, y bajo esa lógica de acceso, y el Estado parece no tomar responsabilidades mayores en su regulación. El cine de autoría, por así denominarlo, evidentemente desaparece en este contexto, al ser inviable y nada rentable. Por otra parte, aún existen lugares donde no hay salas de cine arte o cine clubes, y el acto cinematográfico solo es canalizado por grandes Mall o, en menor medida, por las migajas de una transmisión televisiva de madrugada que difícilmente alguien se entera.

Con los recursos estatales, BF Huérfanos pudo habilitar cuatro salas de cine, donde una de ellas estaba dedicada completamente al cine chileno (generalmente de corte comercial, aunque también incluía documentales), y que oportunamente bautizaron “Sala Raúl Ruiz” tras la muerte del reconocido cineasta. BF efectivamente contribuyó en estrenar películas locales, así como dejar en cartelera películas desechadas por otras cadenas de cine. Simultáneamente la exhibición de películas norteamericanas ayudó bastante a alimentar el negocio que, cuando no tuvo el aporte del Estado, dejó de ser negocio.

El paradigma de hablar de “Cine Chileno” cuando la realidad evidencia la existencia de “Cines Chilenos”, hizo que la contienda fuera desigual con acorazados como “Violeta se fue a los cielos” del consagrado Andrés Wood, versus “Anónimo”, ópera prima y tesis universitaria de Renato Pérez. Obviamente el público, habituado al consumo, no podrá leer de la misma manera una película de indagación que una película de explotación comercial. Es ahí donde el Consejo de la Cultura ha iniciado un incipiente programa de Formación de Audiencias, pero ¿Quién forma audiencias?. Es evidente que el rol de la formación debería caer en los centros que reúnen esta experticia como son las Universidades, pero ¿Qué rol cumplen las Universidades estatales en la formación de audiencias? ¿Cuál es el fomento a las ventanas de Cine Universitario que realiza el estado actualmente? ¿Los actuales encargados conocen las experiencias desarrolladas por la Universidad de Chile y el Instituto de Cinematografía Educativa?. Inevitablemente si se sigue confundiendo entretención con cultura, o se avanza sin conocer experiencias pasadas e intentando refundarlo todo desde cero, es poco lo que se puede desarrollar este tema, sobre todo si se instala la tiranía del capital como articulador del diálogo.

La Universidad de Chile, la Universidad Católica, la Universidad de Valparaíso, la Universidad Austral, la Universidad de Concepción, entre otras, cuentan con Cine Clubes con una robusta actividad que se ha encumbrado durante años, y que esporádicamente reciben vía concurso financiamientos escuálidos que hacen pensar que para el Estado o el gobierno de turno, son instancias menores a la que podría desarrollar un complejo con fines comerciales. Esta paradoja instala otro problema: ¿Por qué el acceso al arte debe ir de la mano con la comercialización? ¿Es necesario que el modelo de multisalas (y masividad, por ende) sea el articulador del acceso justo al arte cinematográfico? ¿El mercado debe estandarizar las normas de acceso al cine? Evidentemente el rol pedagógico o el uso de la cinematografía como canal cultural queda relegado a la invisibilidad y a un rol poco útil, porque no genera capital financiero, y bajo el prisma neoliberal el capital intelectual es inútil. La política gubernamental actual contribuye a realizar esta lectura: subvención a la empresa privada para que realice un mecenazgo con el cine nacional, o una porción de él, ese que aspira a las masas.

Mientras para el gobierno las audiencias sigan siendo un problema, será difícil desarticular la concepción que tiene la población sobre la cinematografía local. Eso se traduce en el poco balance que hay entre las casi nulas experiencias de salas de cine arte en regiones versus el gigantesco apoyo del estado al fomento del cine chileno en glamorosos Festivales internacionales. Es por ello que incluso muchos cineastas han desechado la opción de exhibir películas en salas de cine, y optan por espacios como los cine clubes o simplemente por incorporar films a portales web, donde se puede multiplicar la cantidad de personas que ven una película, aunque sacrificando el acto de asistir en colectivo a ver un film en pantalla grande.

La reflexión patente tras el cierre de BF es que el modelo comercial aplicado a la divulgación del cine nacional irremediablemente arrojará pérdidas, así como es cuestionable en cuanto a resultados la estrategia de la subvención a empresas para que se hagan cargo de la formación de audiencias. Igualmente marginar a las Universidades y Cine Clubes de este proceso es contradictorio, y parece que es incompatible que conceptos como mercado y educación se aúnen en el cine, tema tan en boga en el último tiempo. La apreciación cinematográfica es similar a la comprensión de lectura, y sabemos que en nuestro país las tasas son bajísimas. El público, que es sometido constantemente al analfabetismo que propone la maquinaria cultural norteamericana instalada en nuestras pantallas, ve en éste el estándar con que mide al cine de la región, el único lugar de donde se puede aferrar ante la carencia de espacios de exhibición y la desinformación.

BF Huérfanos es una empresa privada, y seguramente sus dueños continuarán en el rubro del cine. Las películas independientes chilenas se seguirán exhibiendo en sus propios circuitos de Festivales, Cine Clubes y Salas de Cine Arte. Y el grueso de la población continuará pensando que el cine nacional no existe, que el parangón con que medir una obra es el cine norteamericano, y seguirá prendiendo el televisor para evadirse de su realidad, ya que el valor de una entrada al cine es altísimo. El gobierno reafirmará su intención de apoyar el cine comercial sin una ciudadanía culta e informada que lo reciba, critique, piense. También premiarán a consagrados para que en el extranjero se hable de como un gobierno de derecha reconoce a sus artistas. Un niño de algún colegio del sur de Chile seguirá sin conocer “El Chacal de Nahueltoro” o “El Húsar de la Muerte”. Y, por supuesto, nadie reclamará por la pérdida de la vida cultural que existía antiguamente en el centro histórico de Santiago, por la demolición del Cine Lido para convertirlo en oficinas, o por el despojo a las universidades estatales de su rol como protagonistas del desarrollo del país, tal como fue con el cine local de los años sesenta. Al final del día, siempre será más cómodo lamentarse en las redes sociales sobre el cierre de una sala de cine arte, antes que preguntarse por el problema de raíz y cuestionar a los responsables de que la brecha existente entre el público y su propia cinematografía sea cada vez mas amplia.

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Noticias Prensa

Películas chilenas independientes se exhibirán gratis en todo el país

Por: Editor / 11 de julio, 2012 / Publicado originalmente en Blog Red de Cineclubes de Chile, en julio 10, 2012.

Como una forma de generar nuevos espacios para la exhibición de cine chileno, es que la Red de Cineclubes de Chile (actualmente Asociación de Cineclubes de Chile asociacioncineclubeschile@gmail.com), con el financiamiento del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, hará itinerar a lo largo del país doce importantes películas nacionales en lugares que se caracterizan por la ausencia de salas de cine y espacios de acceso al cine local.

Además de la exhibición gratuita de las obras, el proyecto tiene una importante misión educativa que históricamente se ha manifestado en la formación de audiencias desde la conformación de los primeros cineclubes en los años cincuenta.

Cortos y largometrajes, ficciones, documentales y animaciones constituyen el pack que recorrerá Valparaíso, Santiago, Talca, Concepción, Temuco, Padre Las Casas, Valdivia, Río Negro y Osorno. Entre las cintas destacan Te creís la más linda (pero erís la más puta) del joven director “Che” Sandoval, 1973 revoluciones por minutode Fernando Valenzuela, y el documental más premiado en la historia del cine chileno:La sombra de don Roberto, de Juan Diego Spoerer y Hakan Engstrom; ninguna de las cuales fue estrenada en regiones y la mayoría ni siquiera llegó a salas de cine. De esta forma, la Red de Cineclubes comienza a generar una plataforma inédita de distribución alternativa dentro del país.

En localidades como Río Negro, en la provincia de Osorno, o Padre Las Casas, comuna aledaña a Temuco, no hay cadenas de cine ni antiguos teatros con pantallas de proyección. Pero los cineclubes “Raúl Ruiz” y “La Claqueta” ofrecen respectivamente a sus comunidades lo que las salas comerciales no hacen: programación constante y gratuita de cine arte e independiente, además de foros organizados.

A lo largo de Chile existe una veintena de cineclubes, los que, desde la creación de la Red, en junio de 2011, han comenzado a asociarse y trabajar de manera conjunta. La articulación de estos espacios ha sido una iniciativa principalmente del Cine Club de la Universidad de Chile, quienes hoy coordinan el proyecto.

La tarea no se acaba en la exhibición y el debate. Los productores de este trabajo, Luis Horta, Pablo Inostroza, Isadora Rivera, Camila Pruzzo y Guillermo Jarpa, también miembros del Cine Club de la Universidad de Chile, han compilado en un Manual de Cineclubismo, la información más relevante para crear, sostener y proyectar cineclubes en cualquier lugar del país. Esta publicación llegará a cada uno de los cineclubes de la Red, con el objetivo de fortalecer y visibilizar el trabajo que han venido realizando, y así toda la comunidad se interese por ver cine independiente y por la educación a partir del audiovisual.

Hay que recordar que el cineclubismo –como se denomina la actividad organizada y constante de formación de públicos- ha renacido en los últimos años, a partir de dos convenciones nacionales realizadas en la ciudad de Valdivia, de forma paralela al Festival de Cine de esa ciudad, contando con importantes invitados extranjeros, entre ellos miembros de la directiva de la Federación Internacional de Cineclubes (FICC), organización mundial que promueve los derechos del público y el rol del cine en la educación de la ciudadanía.

Todas las muestras son abiertas y gratuitas, y se extenderán entre julio y octubre.

Las películas que circularán son Mami te amo de Elisa Eliash, Pablo de Rokha. El amigo piedra de Diego Meza, Las horas del día de Christian Ramírez, Limbus de Miguel A. Vidaurre, La colorina de Fernando Guzzoni y Werner Giesen, Historias de aldea de Patricio González Colville, Te creís la más linda (pero erís la más puta) de J. M. Sandoval, 1973 revoluciones por minuto de Fernando Valenzuela, La sombra de don Roberto de J. D. Spoerer y Håkan Engstrom, Sendero de Theo Court, A. Bustamante y M. Muñoz, 1,2,3,escape de Vittorio Farfán y El espino de Theo Court.

Y los cineclubes participantes son el Cine Club Lumière, de la U. de Chile, de la U. Mayor y de la USACH, en la Región Metropolitana. En tanto, los de regiones son el Cine Club de la U. de Valparaíso, de la U. de Talca, Linterna Mágica de la UFRO en Temuco, La Claqueta de Padre Las Casas, de la Universidad Austral de Valdivia, Raúl Ruiz de Río Negro y el Cine Club Subtopo en Osorno.

Primeras programaciones

Cine Club USACH
Viernes 29 de junioTe creís la más linda (pero erís la más puta)
Viernes 6 de julioMami te amo
Viernes 13 de julio1973 revoluciones por minuto
Viernes 20 de julioPablo de Rokha. El amigo de piedra
Todos los viernes a las 18 horas en Sala de Cine Gladys PintoEcuador 3555. Subterráneo Edificio Talentos Artísticos. Metro USACH
Cine Club Subtopo de Osorno
Jueves 28 de junioTe creís la más linda (pero erís la más puta) +La sombra de don Roberto
Jueves 5 de julioMami te amo +  Sendero
Jueves 12 de julio1973 revoluciones por minuto + El espino
Jueves 19 de julioPablo de Rokha. El amigo piedra + 1,2,3,escape
Jueves 26 de julioLas horas del día
Jueves 2 de agostoLimbus
Jueves 9 de agostoLa colorina
Jueves 16 de agostoHistorias de aldea
Todos los jueves a las 19.30 horas en Sofía Hott Mackenna 1101, Osorno
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Artículos / Estudios de Autor Especial: 90 años de Pasolini

Teorema

Por: Tomás Gerlach / 27 de mayo, 2012

Un extraño visitante llega a la casa de una familia rica y convencional. Luego de su llegada, irá seduciendo uno por uno: hija, hijo, madre, padre y criada; hasta penetrar en cada una de sus entrañas ocasionándoles una fuerte variación interna que cambiará el curso de sus vidas.

Desde su obra, Pasolini siempre puede ser vinculado a la religión cristiana, y si  bien fue criado bajo esos parámetros religiosos, se las arregló para criticar, o más bien dar su versión sobre el catolicismo desde sus obras. “Teorema” no se escapa de eso, todo lo contrario, se aferra potentemente a la imagen de Jesús, lo contextualiza en la era moderna y comienza a teorizar desde allí.

“Teorema” se puede dividir en dos partes: la primera, en la llegada e influencia del visitante en los integrantes de la familia; la segunda, se desarrolla el devenir de cada uno luego de la partida del visitante. La segunda mitad de la historia es bastante más potente, pues se muestra como cada uno independientemente se desarrolla luego de ser tocado sexualmente por este supuesto nuevo Jesús en la metáfora que nos presenta Pasolini, en donde la familia podría ser perfectamente una simplificación de la sociedad moderna.

Desde la técnica cinematográfica, el uso de la luz es bastante potente, siendo en una verdosa atmósfera, que acompañada de colores fríos se desarrolla la historia, pero la historia que narra Jesús en su presencia se adorna de colores más cálidos contrastando con la atmósfera “normal”. El montaje esta provisto de la encapsulación de situaciones de los personajes con lo cual rompe con toda naturalidad de las acciones, otorgando un mensaje que habla de una obra misteriosa y extraña.

La historia de la criada desde la partida del visitante es creo la más potente de todas. Su vuelta al pueblo en donde nació y la influencia que ejercerá en sus habitantes luego de la expresa manifestación de un poder sobrenatural, marcará la tesis de un Pasolini involucrado en todos los planos, personajes y diálogos, siendo una historia de carne y hueso, pero que en su generalidad expresa la teoría de un cineasta sobre la modernidad, la religión, el erotismo y la experiencia humana.

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Artículos / Estudios de Autor Colaboraciones Especial: 90 años de Pasolini

Porcile

Por: Ximena Martínez / 27 de mayo, 2012 / Publicado originalmente en Revista Nuestro Cine, Nº 90, en octubre, 1969.

Quizá no exista hoy en el mundo un realizador con menos pudor que Pier Paolo Pasolini. Esto podría ser grave si se tratase de un creador poco inteligente, o de un hombre dominado por temas más o menos clínicos o marginales. Como esto no sucede, y Pasolini es, a un tiempo, un ser desnudo y significativo, una artística combinación de la exploración intimista y la delirante extroversión, los resultados últimos son siempre de extraordinario interés. Pasolini, en definitiva, mantiene ante la pantalla una actitud análoga a la que pudiera sostener el más liberado de los poetas ante sus cuartillas; sólo que las características específicas de la creación cinematográfica y su contemplación colectiva por indiscriminados espectadores, confieren automáticamente a sus films una aparente carga de exhibicionismo, de narcisista autoexploración.

Me pregunto yo si Pasolini no estará, simplemente, poniendo en cuestión la relación tipo que suele existir entre los realizadores y sus películas. Evidenciando, dicho en otras palabras, su superficialidad. Si las películas, en los casos del “cine de autor”, son una mediación entre el autor y el espectador, un lenguaje con sus propias leyes y referencias, diríamos que en Pasolini las películas y el autor son una misma cosa o un deliberado intento de serlo.

Las argumentaciones ideológicas o políticas, la visión de los procesos sociales, el examen de una situación y de unos personajes, el juego de símbolos, se integran dentro de un cauce angustiosamente íntimo. Lo pasoliniano de los films de Pasolini no está en las historias y en el modo de concretarlas cinematográficamente, sino en una crispación particular, en un humorismo que influye orgánicamente de un extremo a otro del film. Organicidad que, a mi modo de ver, es la clave de la mayor parte de los ataques –de una terminología significativamente “física”, llena de palabras que aluden a una agresión “corporal”, saltando de la crítica de su obra a la aniquilación real de su persona–  y de las aceptaciones del cine de Pasolini. Confieso que, frente a tanto falso pudor, a tanto cine de autor enmascarado, a tanto rutinarismo y a tanta reiteración intelectual, el intento de Pasolini por comunicar lo que él realmente es, me parece siempre asombroso. Su discurso se me aparece como una expresión poética total de una existencia humana.

Parece bastante explicable que, sobre tales supuestos, en el cine de Pasolini suela haber un desnivel entre sus ideas y sus ideas cinematográficas. Todo el sistema de ideas y reflejos, condicionados por la historia del lenguaje cinematográfico, que actúan sobre nosotros en tanto que espectadores, son siempre vulnerados por Pasolini, en la medida en que las razones de su lenguaje están únicamente remitidas a su capacidad poética, a su fulgurante y posible poder de autoaprensión, como ocurre con algunos versos.

Este sería, en definitiva, el sustrato de “Porcile”, el último documento poético sobre sí mismo de Pasolini. Autoexploración que, como ya es habitual en este autor, no conduce a ninguna, abstracción espacio-temporal, si no al examen vivencial del espacio y el tiempo, de la sociedad y el momento, en que el poeta verifica su existencia. Esta constante relación entre el drama existencial del hombre Pasolini y el drama social de su mundo, sería el punto clave y artísticamente salvador de su aparente narcisismo. Por que Pasolini, al hablar de si mismo, consigue dar un documento de su sociedad y de su época, y su agonía personal no es otra cosa que el método poético de que se vale para documentar la agonía de su civilización, de nuestra civilización.

Hubo un tiempo en el que Pasolini era definido, sin más, como un marxista. Eran los dorados años del esquematismo y de la división del mundo en dos nítidas mitades. Pasolini es hoy una expresión exacta de lo lejos que quedaron aquellos optimismos, del elementalismo que hubo en aquella visión del proceso acelerado y feliz de la historia.

Su desgarramiento actual, su desesperado anarquismo, es quizá el fruto lógico y amargo de aquellos optimismos.

En «El evangelio según Mateo», Pasolini pretendía atacar al capitalismo a través del mensaje social de la religión de los capitalistas.

Juan XXIII había puesto en marcha la iluminación de las contradicciones sociales de la Iglesia, y Pasolini pensó que, en vez de citar textos de “la izquierda”, de dudosa eficacia, dados los prejuicios defensivos alzados por el capitalismo, lo mejor era valerse del propio Evangelio y mostrar, a través de una respetuosa versión, hasta qué punto éste estaba en contra del pensamiento y la organización social de aquél. Es decir, de nuestra organización social.

Pasolini se unía así a los nuevos diálogos, hablando de los demás, diluyéndose él mismo tras lo que consideraba una importante coyuntura histórica.

Desde entonces no ha hecho más que ir poniéndose él como creciente protagonista de sus films. En el «Edipo Rey» (1967), nos encontramos ya con un Pasolini desencantado, para quien no tiene sentido el proceso inmediato de la historia. Edipo es convocado por que también él fue inocente y , sin embargo, asesino a su padre y esposo de su madre; situación que Pasolini asocia con la de tantos inocentes, y , sin embargo, protagonistas de la agonía cultural, y, quizá, atómica de nuestra civilización. Freud es el otro convocado, tanto por su imagen represiva de la civilización, como por su atención a la vida latente de las frustraciones. El hombre moderno, nueva imagen de Edipo, andaría preguntándose si era justa su ceguera, si eran justos los dolores que le envolvían, entre una masa de insensibles transeúntes, enajenados. “Teorema” (1968) reincidía en la presentación de un mundo que hubiese perdido su rumbo. El “invitado”, del que se enamoraban todos los personajes del film, no hacía más que revelar ese estado. Igual que a Edipo, que se creía seguro e inocente, le descubría Tiresias la situación en la que realmente vivía, así a los personajes de “Teorema” les mostraba el “invitado” –a través de una simbología erótica, totalmente pasoliniana, pero anécdotica, secundaria hasta cierto punto– su inmóvil soledad. Pasada la plenitud de la relación con este interpuesto personaje, todos tomaban conciencia del vacío en que vivían.

En “Porcile” ya no existe lucha ninguna. El protagonista –o mejor, los dos protagonistas paralelos– ya no necesita que llegue Tiresias o se marche el “invitado” para conocer su miserable situación. Está allí, desde la primera imagen, desesperado, buscando una casualidad coherente, una relación entre las personas y los hechos, que le resulte aceptable. De un lado vemos a un extraño salteador de caminos, perdido en la ya habitual geografía del otro, desértica del mundo pasoliniano, tal vez en el sitio exacto en que gritaba el angustiado industrial, desenajenado de “Teorema”; del otro, a un hijo de rica familia alemana, destinado a continuar los actos y negocios de la casa, a perpetuar su filosofía, a quien acabarán devorando los cerdos. Uno y otro expresan la rebeldía en dos grados, distintos. Para el primero, la marginación se ha resuelto en una lucha contra la sociedad, representada por los caminantes, a los que asalta, mata y devora. Para el segundo, la rebeldía no se expresa –como en el primero – en una lucha abierta, sino en una resistencia pasiva e infinita. Si el primero (Pierre Clementi) busca el combate abierto, en la antropofagia real, un modo angustioso de “evidenciar” la realidad, de poner al descubierto todo el odio y la violencia que ordenan el mundo desde la penumbra, el segundo (Jean Pierre Léaud) intenta, simplemente, escapar y esconderse, evitar el ser manipulado por ese seudo-orden.

En el fondo, las dos actitudes son repudiadas por la “sociedad establecida” con la misma ferocidad.El revolucionario y el marginado serán igualmente destruidos, con la diferencia de que el primero alcanzará a ver el horror y a tomar conciencia de su existencia en él, mientras que el segundo, entre las máximas falsamente morales de una acomodada familia industrial, morirá sin saber apenas que existe, devorado por los cerdos de una simbólica pocilga.

La primera historia transcurrirá en un desierto, con intemporales personajes, engendrados en los sueños y las oscuras relaciones que un hombre moderno establece entre el horror y la abstracta iconografía de los “tiempos antiguos”; la segunda historia sucede en la Alemania Occidental, tomada por Pasolini como la encarnación europea de la nueva saciedad de consumo. Sobre las viejas tierras hitlerianas, entre algunos que fueran colaboradores del Führer, renace la lucha económica, que nos recuerda aquel pensamiento brechtiano sobre el fascismo como forma extrema del capitalismo.

La película tiene varios operadores y ha sido rodada en etapas discontinuas. Según explicaba Baldi, el productor del film, Pasolini se dejó guiar como nunca de una creación casi paralela al rodaje. Partiendo de un esquema, la película avanzó o se paralizó según las necesidades de Pasolini, viniendo así a subrayar “Porcile” esa relación orgánica ya apuntada existente entre el realizador y sus películas.

“Porcile”, quizá en parte por estos elementos de rodaje, quizá también porque ha querido ir con sus símbolos demasiado lejos, es, entre las últimas, la película de Pasolini que más ha decepcionado a la mayor parte de sus espectadores. Esto tiene  una explicación, a mi modo de ver, bastante lógica.

“Porcile” es la menos refinada de las últimas películas de Pasolini, la de una imagen menos cuidada,  en perjuicio notorio del autor, cuya poética forma parte muy esencial  ese refinamiento agónico en el lenguaje. Por otra parte, los símbolos son siempre difíciles, y Pasolini ha mezclado intuición y lógica, sugerencia y significación precisa, en forma no siempre convincente. El discurso político y el poético se dirían un tanto desparejados, como si cada uno pugnase por su cuenta.

La historia “moderna”, llena de reminiscencias formales godardianas –esos largos diálogos desprovistos de cualquier conexión con la acción inmediata de los personajes– , y del farisismo negro a lo Ferreri –intérprete, por cierto, de uno de los personajes del film–, resulta, como análisis sociopolítico y como acción dramática, demasiado gratuita, falta de una poética que dé claridad y verdad al discurso ideológico.

“Porcile”, en última instancia, podría definirse como un film fundamental en la meditación pasoliniana, una interesante afirmación de su actual visión de nuestra civilización antropofágica, que, en el orden de los resultados artísticos obtenidos, acusa, tanto a nivel de guión como de realización, una serie de limitaciones retóricas que no existían en las películas inmediatamente anteriores del mismo realizador.

J. M.

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Artículos / Estudios de Autor Especial: 90 años de Pasolini

Pajaritos y pajarracos

Por: Camila Pruzzo / 27 de mayo, 2012

«Nosotros somos hombres humanos… pero gracias a Dios tenemos cerebro»

El juego de la parábola política que hace Pasolini en “Pajaritos y Pajarracos” posiblemente haya sido el factor que le cobró la censura en algunos países. ¿Y qué hay de la soltura con la que se ríe de las problemáticas sociales y la pobreza? ¿Irrespetuoso? Para nada. Pasolini hace aquí a una distancia moral admirable, un acto que muy pocos están dispuestos a realizar. El juego político de la risa.

Se dice que quien ríe, ha perdido el miedo, y parece ser que ni Totó ni su hijo Ninetto experimentan temor alguno, viviendo ya en la extrema pobreza. Incluso sienten compasión por quienes que con mayores abundancias viven, deberán pagara la muerte, aludiendo a una cierta justicia “divina”irónicamente terrenal.

“Muere un rico… aquí yace uno lleno de dinero. El más rico del Camposanto. Piensa un poco qué faena para él. En cambio un pobre, ni se entera que ha muerto. Escriben: “Ha muerto uno, adelante el otro”. Para un rico morir, es pagar su deuda con la vida. Paga sí, ya que la vida le ha dado todo. El pobre, paga también, pero la vida no le ha dado nada. ¿Qué hace el pobre? Pasa de una muerte a otra muerte.

Tampoco parecen temerle a lo inverosímil, cuando un cuervo parlante les acompaña, los instruye y cuestiona en su camino. Lo aceptan con curiosidad (por parte de Ninetto) y con algo de sospecha (como lo hace el viejo agricultor Totó), incómodos muchas veces por el peso de sus palabras. El cuervo, un viejo marxista que conoce el mundo, dividido entre pajaritos y pajarracos, marca el recurso interesante de ésta pieza: la parábola, figura retórica utilizada por la tradición cristiana, políticamente ubicada en terrenos de un autor comunista. Comunismo y religiosidad, no es curioso entonces que haya ubicado en el primer acto de su obra a los frailes y San Francisco.

“Un día vendrá un hombre de ojos azules y dirá: Sabemos que la justicia es progresiva y en la misma medida, según progresa la sociedad, se hace evidente la consciencia de su imperfecta composición. Salen a la luz sus desigualdades, estridentes e implorantes que afligen a la humanidad. ¿No es esta advertencia sobre la desigualdad entre clases y naciones, la más grave amenaza para la paz?”

No tarda en ejemplificar sus palabras con el propio Totó exigiendo el dinero que una campesina más pobre que él le debe, para luego terminar bajo los pies de grandes perros que lo presionan contra el suelo mientras el ingeniero, dueño de los animales y de las maquinarias de Totó, le exige su paga o lo llevará a la cárcel.

La injusticia, el pequeño ejercicio de poder movido por el hambre, anticipan el final del cuervo, asesinado por sus compañeros de viaje, comido para saciarse y seguir caminado, por una ruta árida que parece nunca terminar. ¿No es esta advertencia sobre la desigualdad entre clases y naciones lo que Pasolini quería decir, a través de su sátira constante, sus personajes y sus líneas?

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Artículos / Estudios de Autor Especial: 90 años de Pasolini

La Rabia

Por: Francisco Vera / 27 de mayo, 2012

«He aquí la semilla, el sentido de todo. Tú no sabes quién está pensando en matarte ahora, porque estamos todos en peligro”

Pier Paolo Pasolini, 2 de noviembre de 1975

(en entrevista con Furio Colombo, realizada pocas horas antes de ser asesinado)

“La Rabia” es la cuarta de las veintiséis películas dirigidas por Pier Paolo Pasolini. Probablemente por ser aún en este momento (1963) un director desconocido, el productor de la película decide imponer al montaje de Pasolini una segunda parte, realizada por otro director, y que transformaría la obra final en un díptico. El objetivo era contrarrestar la incisiva visión de Pasolini con la mirada conservadora de otro autor, en este caso la de Giovanni Guareschi, un periodista y escritor humorístico italiano.

La película quedó así dividida en dos mediometrajes de 50 minutos cada uno, que utilizaban las mismas herramientas del documental poético, y basados a la técnica que más adelante se conocería como found footage.  Ambas partes también buscaban responder a la misma pregunta: ¿por qué nuestras vidas se caracterizan por el descontento, la angustia, y el miedo? La película entregaba así al espectador el contraste de dos análisis personales acerca del contexto mundial de los años 60s.

Por su parte Pasolini despliega toda su influencia marxista utilizando recurrentemente los hoy desterrados conceptos de burguesíafascismolucha de clases o el de lumpen proletario. Con un constante tono de denuncia y también de hastío, Pasolini dispara contra la África colonizada, contra la religión, contra la revolución y la contrarrevolución. “¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras”, explicaría en su última entrevista.

Ayudado por la voz poética de Giorgio Bassani, un pintor siciliano representante del expresionismo y exponente de la cultura eurocomunista italiana; y también gracias a la narración en prosa de Renato Guttuso, un escritor judío-italiano famoso por sus Novelas de Ferrara, Pasolini engendra 50 minutos de un discurso multifacético.

La alegría del americano que se siente igual que un millón de americanos en el amor por la democracia. Esa es la enfermedad del futuro… Cuando la industria vuelva imparable el ciclo del consumo. Será el fin de la historia… La marea de nuestro siglo que necesita de la religión con desespero para dar un sentido único a su pánico, a su culpa, a su esperanza… El capital se siente restablecido cuando puede volver a comprar. Comprar un trabajador no cuesta nada…”

Textos de “La Rabia” de Pasolini

La segunda parte dirigida por Guareschi es una película aparte que solo coincide con su predecesora en lo formal. El autor hace referencias tales como la de tener “fe en el porvenir”, en “el hijo de dios”, y en otros conceptos religiosos que lo van ayudando a construir un discurso esperanzador. Aún así esta parte se vuelve cada vez más directa y termina cerrando con un incisivo mensaje: “A pesar de Mao, Kruschev y otros problemas, en este planeta vale la pena vivir. Gracias a Dios.”.

Según la sentencia correspondiente al crimen de Pasolini, fue el joven prostituto Giuseppe Pelosi quien golpeó al cineasta y después pasó por encima de su cuerpo con su propio vehículo, enterrándolo y aplastándolo contra la arena. La razón oficial: una discusión derivada de “un requerimiento sexual insatisfecho”. Sin embargo, el año 2005 y en un programa de televisión, Pelosi confesó que Pasolini había sido asesinado por tres personas. “Y mientras lo golpeaban despiadadamente le gritaban “marica, puto y sucio comunista””, dijo por televisión. La verdad es que para 1975 Pasolini había ganado cientos de enemigos muy poderosos. Ya fuera gracias a las páginas del periódico “Corriere della sera”, donde escribía artículos, o por algún nuevo libro o película, su enemistad con los sectores derechistas, con la iglesia y en general con todo el mundo conservador crecía día a día.

El último coletazo del caso Pasolini corresponde al del mes de abril del año 2010, después de que el senador Marcelo Dell’utri, del partido de Silvio Berlusconi, fuera condenado por asociación mafiosa por el tribunal supremo italiano. En posesión de Dell`utri se encontraró el capítulo inédito del libro en el que trabajaba Pasolini al momento de morir, titulado “Petróleo”. En este libro se investigaba sobre algunos asesinatos cometidos en la década de los 70, pero lo más impactante de todo sería que los datos de este capítulo entregarían los detalles de la muerte de Enrico Mattei, presidente y defensor de la entonces estatal petrolera ENI. Mattei se atrevió a desafiar el poder de las corporaciones petroleras anglo-americanas llamadas “Las Siete Hermanas”, que controlaban el 90% del petróleo mundial, y el 27 de Octubre del año 1962 murió cuando el avión en el que volaba explotó en el aire; matando a toda la tripulación. Para todos sus cercanos ya no cabe duda de que fue un atentado.

Trece años después, en el año 1975, el asesinato de Pasolini conmovió al mundo entero por su crudeza y brutalidad; hoy lo vuelve a hacer con igual o mayor fuerza. El misterio de su muerte pareciera revelarse lentamente, reapareciendo año tras año con alguna nueva información. Al igual que su obra, la controvertida vida de este director pareciera incomodar incansablemente al mundo, se remanifiesta inesperadamente con nuevos actos y movimientos, esperando escudriñar en lo más oscuro y pudoroso de la sociedad.

Cabe señalar que en el año 2008 el cineasta Giuseppe Bertolucci junto otras agrupaciones culminó la tarea de reeditar la película que Pier Paolo Pasolini montó hace casi cincuenta años. Con motivo de la conmemoración de los treinta años de su aún enigmática muerte se creó una nueva versión de “La rabia”. Esta versión contaría con dieciocho nuevos minutos de material basados en cartas y fragmentos de guión realizados por el cineasta.

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Especial: Homenaje a Fernando Balmaceda General Noticias

Dossier N°3: Homenaje a Fernando Balmaceda

Por: Editor / 02 de mayo, 2012

Con motivo del Día del Trabajador, Séptimo Arte ha realizado el presente dossier en torno a la figura y obra del documentalista nacional Fernando Balmaceda.

A difundir!

Editor Dossier: Carlos Molina González

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Artículos / Memoria Especial: Homenaje a Fernando Balmaceda

Reflexiones a partir de «El Cuatro», Fernando Balmaceda (1970)

Por: Carlos Molina / 02 de mayo, 2012

Es el cuatro de septiembre de 1970 y Salvador Allende, que se presentaba por cuarta vez a una elección presidencial, obtiene la primera mayoría nacional con un 36,3% de los votos, siendo secundado por el candidato del Partido Nacional, y otros grupos de derecha, Jorge Alessandri, con un 34,9%. Al no existir segunda vuelta, según la Constitución de entonces, el próximo presidente de Chile debería ser ratificado por el Congreso, debiendo decidir éste entre Allende y Alessandri, las dos votaciones más altas de aquel proceso eleccionario.

Este histórico día (a la postre) será el punto de partida del documental “El Cuatro”, dirigido por Fernando Balmaceda. Filmado antes de la ratificación del Congreso, que se lleva a cabo el 24 de octubre del mismo año, tiene por objeto recoger el sentir y parecer de diferentes  “personalidades” del quehacer nacional con respecto a un posible gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular. Ahora bien, y como tal vez se infiere a partir de la palabra entrecomillas, los protagonistas no serán los trabajadores o miembros de las clases populares, de quienes se presupone un apoyo prácticamente total, sino que personas ligadas al mundo sindical, académico, empresarial, religioso o cultural, como es el caso del doctor Alfredo Jadresic, decano de la Faculta de Medicina de la Universidad de Chile o el sacerdote Hernán Larraín, director de la revista “Mensaje” y ex rector de la Pontificia Universidad Católica.

A través de ellos se muestra que el apoyo a Allende es transversal en la sociedad, a la vez que se intentan disipar los temores que existían en ciertos sectores o grupos con respecto a que la Unidad Popular sería una suerte de primer paso para convertir a Chile en una próxima Cuba, o que partir de ella se instauraría la “dictadura del proletariado”. Estos entrevistados se muestran convencidos que ello no será así y confían en que la “vía chilena al socialismo” traerá progreso y equidad al país, todo dentro del marco legal vigente, de manera pluripartidista y democrática, tal como el propio Allende lo señaló.

De esta manera nos encontramos con un documental cuyo objetivo es validar y apoyar, por medio del “discurso de la autoridad”, por decirlo de algún modo, la más que segura ratificación de Allende, considerando que por tradición el Congreso siempre había elegido a la primera mayoría. Como es sabido, aquello efectivamente aconteció, no sin antes contar con los desesperados intentos de la derecha y Estados Unidos por evitarlo, como fue el secuestro y posterior asesinato del comandante en jefe de ejército, René Schneider, llevado a cabo por un grupo de ultra derecha y que tuvo intervención de la CIA, todo con la intención de provocar inestabilidad y un golpe de estado que evitase la señalada ratificación y asunción del gobierno de la Unidad Popular.

El tres de noviembre finalmente Salvador Allende asume la presidencia de Chile, y no será intención de este texto revisar lo que luego ocurre, cuestión por lo demás bastante conocida, al menos en sus términos generales. Más bien lo que aquí se revisará, o reflexionará, tiene relación con las ideas o inquietudes que el documental de Balmaceda puede provocar a un nivel social, histórico, político, etc. Aquella es una de las cuestiones que a veces, al hablar de un film cualquiera, se pueden pasar por alto o no considerar demasiado: su potencial de suscitar discusiones que se alejan en apariencia de la obra en sí, pero que no hacen otra cosa que remitir a su contexto de producción (e ineludiblemente al film mismo) y que a la vez nos permiten hacer paralelos con nuestra realidad actual o incluso precedente a la obra audiovisual.

En este sentido, y ya hablando a título personal y utilizando el no muy cómodo “yo”, a partir del visitando de “El Cuatro” me surge la inquietud de revisar con mayor detención el programa de gobierno de la Unidad Popular, que se puede encontrar con cierta facilidad en Internet. Leyendo sus primeras páginas, en donde se hace un análisis de la situación del país, no deja de llamar la atención, y provocar, por qué no, una incrédula sonrisa, el darse cuenta que la situación poco y nada a cambiado en todo este tiempo, ya sea porque la mayor parte de la riqueza la concentra un grupo minoritario de Chilenos o bien porque los recursos naturales son de “todos” menos de quien debiesen ser.

Bien uno podría tomar alguno de aquellos párrafos, ponerlo en algún programa político o cosa por el estilo que aspire y proponga cambiar el sistema, y encajaría bastante con nuestra actual realidad, manteniendo, claro, ciertas proporciones, pero en el fondo se verá que es lo mismo. He aquí una pequeña muestra:

 “El capital imperialista y un grupo de privilegiados que no pasa del 10% de la población, acaparan la mitad de la renta nacional. Esto significa que de cada 100 escudos que los chilenos producen, 50 van a parar a los bolsillos de 10 oligarcas y los otros 50 deben repartirse entre 90 chilenos, del pueblo y de la clase media”[1].

Ahora bien, esto nos puede llevar a una de las frases cliché por excelencia en estas materias, y que no es otra que “la historia es cíclica”. Mirado a simple vista, puede ser, casi dicho con un de resignación, pero en verdad más que una circularidad, y tal como lo leí en un texto que no recuerdo, lo que tenemos es una suerte de gran status quo en donde nada a cambiado sustancialmente y los mismos que han tenido históricamente las riquezas y diversos privilegios los siguen teniendo, y cualquier intento o insinuación de cambiar de verdad las cosas es aplacado (exterminado) por la fuerza, como bien lo muestra el documental “Los Puños Frente al Cañón” de Orlando Lübbert y Gastón Ancelovici, o lo vimos el año pasado y lo que va de éste con los diferentes movimientos sociales.

Sorprende, y hasta cierto punto provoca impotencia, el constatar este gran hecho de nuestra historia. No obstante, el lamento y la autocompasión en nada cambian las cosas, como tampoco, por ejemplo, el enfrascarse en discusiones o recriminaciones con quienes apoyaron o fueron parte de la Dictadura, a los que se exige una disculpa o que pidan perdón, sin considerar que si ellos creen que obraron bien por qué habrían de hacerlo, lo que a su vez deja en evidencia otra cosa que aún no se ha asumido en nuestro país, quizás por la “oscuridad” que implica, y que es que muchos estuvieron de acuerdo con lo que pasó, lo apoyaron, lo hicieron, y lo volverían sin duda a hacer, no siendo, además, un pensamiento o postura privativa de la clases más acomodadas .

Sin duda a veces se invierte demasiado tiempo y energías en dichas recriminaciones, que resultan inútiles, que en ver de qué manera se pueden cambiar las cosas o ir en dicha dirección, pregunta que muchos nos hacemos pero cuya respuesta resulta esquiva. El cine, desde una visón personal, no es un camino para ello, al menos por sí sólo. Muchas veces se piensa que sí o se citan experiencias en distintos momentos históricos, pero se obvia precisamente ello, la historia, ya que el cine fue una herramienta más dentro de un proceso social mayor, teniendo todo un respaldo detrás.

Lo que sí es cierto es que podemos usar el cine para, tal como ocurrió con este texto, provocar preguntas, discusiones, conocer otras realidades o incluso aspectos de la  propia que de tan cotidianos ya los naturalizamos y obviamos casi. El cine vendría a ser más un punto de partida o germen para un posible cambio, generando inquietudes o preguntas que nosotros debemos ser capaces de responder, complejizar y, lo más importante, compartir. Ahora, para ello es necesario poder tener acceso a verlo, conocer diferentes filmografías y cineastas (como el propio Balmaceda, bastante olvidado), generar en torno toda una cultura, una auto-educación a nivel social, espacios de resistencia o como quiera llamárseles. Quizás ese sea un camino para ir generando pequeños cambios o atisbos de él a partir del cine, pero sin duda siempre estará presente y será constante la pregunta por cómo generar dicho cambio social a un nivel mayor y concreto.


[1]PROGRAMA BÁSICO DE GOBIERNO DE LA UNIDAD POPULAR, 1969. p.8.

<http://www.memoriachilenaparaciegos.cl/archivos2/pdfs/MC0000544.pdf>

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Artículos / Memoria Especial: Homenaje a Fernando Balmaceda

El problema estético en la vía chilena al socialismo en “El Sueldo de Chile” de Fernando Balmaceda

Por: Luis Horta / 02 de mayo, 2012

La convergencia de dos conceptos habitualmente instalados como dicotomía o conflicto, arte y política, se ha instalado como reflexión teórica de los últimos años en el cine documental chileno, específicamente relacionando aquellos producido tras la asunción del gobierno socialista de Salvador Allende en 1970 con el concepto de “cine político”. De las aproximaciones al tema, donde encontramos también lecturas triviales bañadas por el desconocimiento de gran parte de las obras producidas en el periodo, se puede desprender una intención de relacionar “el cine de la UP” con una “estética fílmica de la UP”, así como el concepto de “cine social” que no es sino el eufemismo del cine político mencionado anteriormente. La dicotomía parece encontrar una línea de relato instalando lo político como parte antagónica de la estética. Así lo entienden Claudio Salinas y Hans Stange, que señalan que los cineastas del periodo son “jóvenes con más inquietudes políticas que estéticas”[1], instalando un conflicto que no reconoce que el cine del periodo posee el conflicto de que su naturaleza es el hacer política, y en cuanto ello arrastra el peso del esteticismo que no es sino inherente desde el lenguaje, no muy diferente a las diversas vanguardias socialistas en otras partes del mundo, pero específicamente influenciado por los dispositivos soviéticos y en gran medida cubanos.

Si bien parte importante de los cineastas del periodo era militante de algún partido político, o al menos reconocido simpatizante de la Unidad Popular[2], la cinematografía del aquel periodo es reconocida por su escaso nivel y su considerable retroceso en cuanto a lenguaje y producción dado por el contexto que lo solventó. Aún así, se prolongó una suerte de continuación de intenciones del movimiento que algunos años antes había eclosionado como parte de la renovación del cine local, pero enfrascados en las políticas culturales de la UP que se tradujeron en una repartición partidista del espectro cinematográfico, así como en la intención de los cineastas por reproducir el imaginario socialista. Los centros de producción de aquel entonces vivieron caminos diferentes: Chilefilms se enfrascó en una irregular estrategia que significó contar a tres presidentes en tres años, y que según la historiadora Jacqueline Mouesca no fue sino “improvisación, voluntarismo, despilfarros, sectarismos”[3]. Por su parte Cine Experimental de la Universidad de Chile ve partir a muchos miembros que se ponen a disposición del gobierno socialista en la empresa estatal Chilefilms, incorporando por ello nuevos integrantes que en poco tiempo polarizan la administración, incluso convocándose una elección para cargo de director.

De este periodo data el nacimiento del área audiovisual de la Universidad Técnica del Estado, que encabeza el cineasta Fernando Balmaceda. La realización del documental “El Sueldo de Chile”, en 1971, forma parte del intento institucional no sólo por adherir a los planteamientos de la UP, sino más bien de generar un espacio que proyecte, desarrolle y documente las actividades ideológicas del estado socialista, proyectando estéticamente un imaginario cultural que entremezcla dos factores propios del cine del periodo: la comunicación e información de los principios ideológicos y la articulación de una estética marxista local.

“El sueldo de Chile” puede considerarse ligeramente como un documental de propaganda, aunque en la práctica se trata de algo más complejo. Parafraseando a Marx, el lugar de la producción se hibrida con la producción cultural, y la película pasa a ocupar un lugar utilitario para la sociedad. Filmada en color y 35mm, algo bastante anormal para el periodo pero descriptivo de las condiciones en que se realiza, expone en sus 13 minutos de duración el programa gubernamental en torno a la nacionalización del cobre, además de la toma de conciencia en la ciudadanía del valor de las riquezas naturales en una relación dialéctica con la idea de nación, soberanía y libertad económica[4]. El documental reafirma esto en su presentación, que combina un texto de agitación con imágenes poéticas y documentales del paisaje del norte de Chile, y la exaltación de la naturaleza y el trabajo industrializado. Esto no es menor, ya que la máquina adquiere un valor estético por su posibilidad productiva, pasa a ser imagen no de Chile sino del desarrollo. La película adquiere una connotación pedagógica que también es habitual en gran parte del documentalismo del periodo, similar también a aquellas producciones de Chilefilms que aún se conservan, y que develan las claras influencias de los noticieros producidos por el ICAI de Cuba.

“El sueldo de Chile” no hace sino explotar la relación mitificadora entre hombre-naturaleza y producción, transformando precisamente en problema estético la nacionalización del cobre, medida política y emblemática del gobierno del presidente Allende, controversial con los intereses económicos tanto de Norteamérica como de los reaccionarios chilenos. De acuerdo a lo que plantea Marx, la película se resuelve de manera efectiva, donde el arte no es la obra -en este caso fílmica-, sino que la documentación de la producción como parte del desarrollo del modelo socialista, instalando al minero como el “principal motor” de la empresa que trasciende la producción, y se instala en la nueva lógica de un estado que se despoja del colonialismo norteamericano desde la producción de sus bienes principales. Así, no hay una línea divisoria entre las actividades cinematográficas y mineras, sino que una se instala como parte de la divulgación de la otra.

El valor estético no es en cuanto a obra, sino en su retórica documental-testimonial de los procesos que abrirían las vías al socialismo. Por ello, el documental se plantea como puente estético a la revolución socialista, en la misma estrategia que plantea Allende. Es por esto que el documental se transforma en una pieza clave para entender el desfase arte-política propia del periodo, y que permitió ligar las piezas más vanguardistas de las artes de izquierda local al periodo que va entre 1962 y 1970, ya que se subvierte el objetivo de la creación desde la denuncia hasta la divulgación. Entendido de otro modo, cuando el cine trata de comunicar se transforma en un canal que relega al arte a un fin burgués, apelativo que fue asignado a aquellos cineastas que se volcaron a la realización de un cine formalista pero que fue capaz de dar una tibia solución estética a la problemática artístico-política, como son los casos de “El Realismo Socialista” de Raúl Ruiz (1973) o “Descomedidos y Chascones” de Carlos Flores (1973). En efecto, el cine del periodo se reconoce como revolucionario, pero en la práctica se adhiere al conservadurismo que los mismos teóricos soviéticos criticaran casi cuarenta años atrás, como en el caso de Dziga Vertov que describió a ese tipo de estrategia como “esqueletos literarios más cine-ilustraciones”[5].

Se hace coherente en este caso la reflexión histórica que plantea Balmaceda visualmente, combinando el uso de un texto sobre las precarias condiciones de trabajo que han enfrentado por años los mineros chilenos, exhibiendo esas precariedades como el fundamento de una imagen socialista del trabajador, que en el film es yuxtapuesto en antagonismo con el ideal neoliberal que se exhibe como ciudades y una imagen de progreso y desarrollo propio de Norteamérica, algo que la dictadura militar posteriormente instaló como imaginario propio en sus documentales. La imagen capitalista que exhibe el film es el desarrollo arquitectónico, modernidad estética que se opone y entra en conflicto con la imagen del obrero y la miseria de las clases trabajadores, algo que la película usa para denostar incorporando efectos ópticos muy similares a los que utilizase el propio Dziga Vertov. La “dignidad” y la “soberanía” a la que alude la película como parte del despojo económico producido por el colonialismo norteamericano y en cuanto a texto, sintomáticamente se reproduce bajo una estética soviética de agitación visual, probablemente pensado en el público al cual estaba dirigida.

Aún así, es significativo cuando la obra da un vuelco formalista y documenta las poblaciones marginales, valiéndose de este recurso para graficar el concepto de la pobreza tercermundista. Lejos de realizar una apología caricaturizada por un prisma pequeñoburgués, la película parece más natural y fresca cuando fija su atención en el proletariado. La cámara se hace dúctil, plástica y movediza, como la secuencia que muestra un cité de forma muy similar a como el documental “Testimonio”, realizado por Pedro Chaskel y Héctor Ríos dos años antes, retrata la crudeza de un hospital psiquiátrico en Iquique. En “El sueldo de Chile”, la película parece empaparse de esa misma lógica formalista para descubrir, indagar, pero no violentar espacios que proponen ya una violencia tácita propia de la pobreza. En este segmento se descubre la influencia del Nuevo Cine Chileno, ya sea por desprenderse de dispositivos publicitarios, como por abocarse a la documentación con un lenguaje heredero, consiente o inconscientemente, de la evolución del lenguaje local. Tiene también la virtud de mostrar a una población alegre, despojada de los estigmas que posteriormente la dictadura contribuyó a generar y que se prolongan hasta el día de hoy en defensa del capital.

“El sueldo de Chile” contribuye a prolongar la imagen de la mitificación del proletariado, ya sea en los recursos estéticos utilizados, así como en detalles: un primer plano del obrero como alegoría de la masa, la utilización de música altiplánica o reconocidos himnos de la Unidad Popular. El uso de la yuxtaposición de bloques en el montaje como elemento descriptivo o de agitación en torno a la lucha de clases es un rasgo identitario del cine del periodo, permitiendo que Fernando Balmaceda realice con “El sueldo de Chile” una labor de divulgación del estado de conciencia cultural del país, usando herramientas sofisticadas como el montaje, aún así débiles en cuanto a texto producto del contexto y las necesidades del periodo, descubriendo así un documento de época que leído hoy no hace sino profundizar la absoluta crisis en la representación o documentación del conflicto de clases por parte de los cineastas.


[1] Salinas, Claudio y Stange, Hans. “Historia del Cine Experimental de la Universidad de Chile 1957-1973”. Editorial Uqbar, Pág. 126.

[2] Orlando Lübbert y Patricio Guzmán eran Socialistas, Carlos Flores Del Pino, Guillermo Cahn y Jorge Müller eran Miristas, Leonardo Céspedes, Álvaro Ramírez, Luis Cornejo y Fernando Balmaceda eran del Partido Comunista y Nieves Yankovic pertenecía a la Izquierda Cristiana. Aún así otros cineastas que no eran militantes se manifestaban abiertamente en apoyo a la UP como Pedro Chaskel, José Román –que trabajó para la CUT- o Héctor Ríos, mientras que otros planteaban reflexiones bastante mas radicales como Fernando Bellet o escépticas como Raúl Ruiz.

[3] Mouesca, Jacqueline. “Plano secuencia de la memoria de Chile”. Ediciones del Litoral, Pag. 63.

[4] Marx, Karl y Engels, Friedrich. “”Sobre la literatura y el arte”. Editorial Masas, Pag. 30.

[5] Vertov, Dziga. “El cine ojo” Editirial Fundamentos, Pag 21.

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Artículos / Memoria Especial: Homenaje a Fernando Balmaceda

Fernando Balmaceda y el Compromiso con Chile

Por: Camila Pruzzo / 02 de mayo, 2012

“El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece. Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida.”

Así reza el Artículo 1º de la Constitución Política de nuestro país, bajo el título “Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

 Quién iba a pensar entonces que tales categóricas pero a la vez ambiguas palabras, libres a las interpretaciones del gobierno de turno, tomarían tal peso para la administración de González Videla, permitiendo la unificación de diversos establecimientos e institutos técnicos profesionales a lo largo de todo nuestro país, para la conformación de un organismo único, público y comprometido con estos valores que define la institución del Estado, creando oportunidades y permitiendo a la comunidad chilena su realización e integración armónica.

El 9 de abril de 1947 nace la Universidad Técnica del Estado, con sedes al norte, centro y sur de Chile, abarcando así no sólo la enseñanza de las principales carreras acorde a las actividades económicas desarrolladas en cada región, sino también compartiendo y unificando al país mediante talleres y carreras artísticas, labores extra programáticas para el apoyo de los más necesitados de cada región, conciertos musicales, difusión cinematográfica y pictórica, o al menos así se expresa como parte del compromiso con Chile que tiene esta casa de estudios en el documental de Fernando Balmaceda de 1972.

Casi 20 años después de su fundación, la Universidad Técnica del Estado es representada en este corto documental de 15 minutos, “Compromiso con Chile”, en un viaje desde el centro de la institución hacia las provincias del norte y sur del país, conectándonos con la labor cultural, la docencia, la investigación científica y el desarrollo tecnológico, es decir, el progreso desde las aulas de clases hacia la labor profesional para el surgir de una nación en las vías del Socialismo.

Pieza audiovisual expositiva y propagandística que marca, con algunas distancias, lo que hoy vemos en la publicidad de las diferentes casas de estudio de nuestro país (sin ir más lejos Fernando Balmaceda fundó junto a Armando Parot Cine Publicitario Cinep) con la diferencia si de su formato documental, lo que implica un discurso no sólo institucional sino un punto de vista que involucra a su realizador (ahora bien, claramente ha sido la publicidad la más favorecida con la hibridación de su dispositivo entre un videoclip y película, me atrevería a decir más estéticamente que a nivel de discurso) y la promoción del estudiante como un trabajador más de la industria nacional, como productor de cambios por un bien en comunidad y no como bien individual y de realización personal; el compromiso, en este caso, es hacia ambos extremos, he ahí la propaganda. Si bien el documental tiene un punto de vista propio (el de Balmaceda, quien trabaja en esos años en la universidad,) su discurso busca inculcar un bien positivo, generar una reacción mediante una idea hacia la moral del joven estudiante de la época. El compromiso del estudiante con el futuro de Chile, el estudiante como trabajador, como obrero, quien a través de su formación técnico profesional ayudará no sólo a la industria nacional, sino que podrá formar parte de ella desde la enseñanza, en el contrato con el progreso de la producción nacional y su funcionamiento. El común acuerdo entre el Estado que otorga las oportunidades y las herramientas para que así el trabajador aprenda a utilizarlas para el bien social y construya país.

Esta conexión enmarca no sólo la labor de la institución educativa para con la constitucionalidad política, aquella construida desde los valores representativos de la Nación y Patria, los valores propios del “hombre libre”, sino que relaciona directamente el contexto histórico en que esta necesidad estética, esta forma del discurso político, debía fundirse en el drama de su manifestación plástica, en los formatos posibles que salven al movimiento social de su olvido, de su catalogación archivística y de museo, de su intento tras el éxito de la democracia para su instauración en Chile. Un dispositivo, muchos o más bien todos los posibles: en el celuloide, en los murales, en las pancartas, en el teatro y la música, una estética del movimiento socialista en Chile, comprometido con el proyecto de Salvador Allende y la Unidad Popular, comprometido con la política internacional, con la visita de Fidel Castro el 72.

“ Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

Un año después pronunciaría estas palabras el hombre cuyo compromiso con Chile era llevar un país en manos de los trabajadores, desde la educación, desde las artes, desde el oficio, en lo que sería su libre interpretación de aquellos valores patrios que enuncia la primera enmienda de la Constitución política. Lo que en su proyecto consideraba la forma en que las cosas debían ser dirigidas para que esa contribución para la creación de condiciones sociales que permitirían a todos los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material se volviese efectiva.

Hoy, entre los albores y la agitación de los incomprendidos ciudadanos de este país, entre el conflicto de nuestras regiones aquejadas en la tiranía del capital y los intereses de este tan mencionado progreso en manos de privados, en estas grandes alamedas colmadas de insatisfechos estudiantes, en donde hombres y mujeres que no son libres transitan hasta el cansancio entre gases lacrimógenos y violencia, bajo el permiso de la propia institución que se encuentra a la base de sus malestares y su miseria, ¿dónde está la labor del Estado? Porque pareciese ser que todo apunta hacia su preocupación por la educación y la formación de los ciudadanos a partir de los estándares internacionales.

El título de país en Vías de Desarrollo pesa cada vez más en la conciencia de todos, cuando el mal existente llamado progreso nos hace sentir vergüenza de nuestra condición tercermundista latinoamericana. Porque aunque hoy se lucha contra el lucro y la necesidad de un Estado que defienda los valores de la representatividad y la igualdad de oportunidades, ¿cómo es posible hoy unificar instituciones que, luego de ser desmembradas y vendidas a lo largo de todo Chile, hayan vuelto sus votos de este compromiso con Chile hacia la nueva inversión empresarial en la que se ha transformado el futuro de cada estudiante de nuestro país? ¿Cómo es que hoy luchamos por un progreso mal rotulado y mal nacido? ¿Progreso según quién? ¿Mejor en comparación a quién o quiénes? ¿Dónde está el contrato entre quien confía y quien educa? ¿Cómo es posible que incluso a nivel de lenguaje nos manejemos en lo cotidiano en terminologías económicas y administrativas?

Como se ha dicho en la historia, basta mirar las manifestaciones artísticas de un periodo para entender (o al menos intentar) el estado de una nación, de una comunidad. Nos basta mirar como en la obra de Balmaceda, o al menos ésta en particular, se disuelve la línea que divide la expresión artística del documental con el contenido que ésta transmite, donde su valoración va en conjunto con el discurso inscrito en él, donde su persistencia en los rostros es tal como en los productos y las manos que forjan la industria nacional y la conciencia con los más necesitados de la comunidad, presente en las canciones que representan al Canto Nuevo en su ejercicio de conciencia cultural acompañando las imágenes de este documental. Donde un plano general o detalle no es más estético ni transitorio, sino es la importancia en el conjunto de su discurso social. Donde el silencio permanece en las locuciones de Allende y Castro, donde lo importante es la voz que dirige el relato y la musicalización que refuerza la intencionalidad de su estado y contexto discursivo, no la elocuencia y la fuerza de las voces de los dirigentes más importantes del período. Propaganda y exposición, un discurso del que pueden desprenderse diversas aprehensiones, pero donde explícitamente se ha puesto en manifiesto lo que debe ser representado y retratado.

Hoy el discurso no es compromiso con el bien social, por el contrario, se ha convertido en el encuentro con el yo mediante el trabajo. Yo soy, en tanto yo me conformo como profesional. Yo soy, mientras me define un oficio, un sueldo, un techo, mis bienes de consumo, mi capacidad de sobrevivir por y en el capital.  La vida del individuo en las artes, en la publicidad, en la televisión, en la literatura, el síntoma del yo para la construcción de la existencia en relación a una cultura que se alimenta de valores ajenos, de estándares normalizados en inglés, en documentos y gráficos en relación a realidades y construcciones impropias. Nos enseñan hoy en la universidad a leer estadísticas y libros basados en estudios que sólo otras naciones realizan, y que nos deben enseñar hoy cómo comprometernos con el progreso de nuestro país. ¿Progreso de qué? No lo sabemos. ¿Sabemos por qué tipo de educación estamos luchando hoy?

¿Qué tipo de arte es el que luego nos podría definir, si no tenemos claras las cosas? ¿Una estética del discurso para las problemáticas de un individuo adaptado a condiciones en las que no quiere vivir, pero que no sabe cambiar?

Decir que el documental de Balmaceda es propagandístico no es en ninguna de sus formas peyorativo, al menos podemos estar seguros que tenía consigo un discurso y una intención clara. Hoy son pocos quienes llevados por sus ideas y la necesidad de expresarse mediante el arte lo hacen, por decirlo de alguna manera, dual en cuerpo y espiritualidad, más allá de la plástica y la dramaturgia de la historia doméstica (en pocas palabras, un discurso que traspase la barrera del yo y que en materialidad y “mensaje” sea más que la evidencia misma de éstos elementos). No es que uno sea más importante que el otro, pero al menos el compromiso del documental de Fernando Balmaceda podría explicarnos de alguna manera el por qué la necesidad de vivir todos en comunidad, con la ilusión de un bien común. Hoy por hoy, muchas veces pierde el sentido.