Este miércoles 29 de agosto a las 19 horas, en el cierre del Ciclo de Cine Árabe y de Medio Oriente, el primer Cine Club fundado en Chile en 1954, recordará a uno de los precursores de este movimiento: el doctor Aldo Francia, un día antes de la conmemoración de su natalicio, el que la Red de Cineclubes de Chile ha instaurado en su honor como el Día del Cineclubismo Chileno.
En la ocasión, se proyectará de manera exclusiva la cinta Líbano(2009, 90 min) de Shmulik Maoz, ganadora del León de Oro del Festival de Venecia y nunca antes exhibida en nuestro país. El film narra la incursión de un tanque israelí en territorio libanés, en el marco de la guerra de 1982 entre ambos países.
Para situar al público en el contexto histórico y político de los sucesos representados en la película Líbano, estarán presentes académicos del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Al finalizar la función, se ofrecerá vino de honor a los presentes.
El concurrido Ciclo de Cine Árabe y de Medio Oriente ha develado la importancia de la circulación de material audiovisual relativo a esa zona geográfica, marcada por los sesgos ideológicos occidentales hacia el Islam y los conflictos políticos de la región. Asimismo, ha visibilizado problemáticas prácticamente desconocidas en nuestro país, como las duras condiciones del pueblo saharaui en el Sahara occidental, permanentemente asediado por los marroquíes y cuya constitución como República independiente aún no ha sido reconocida por la mayoría de los países del mundo.
La participación activa del público es el fundamento del movimiento cineclubista, quienes el año pasado se han articulado en la Red de Cineclubes de Chile, con el objetivo de sumar fuerzas para constituirse como una cadena de distribución audiovisual alternativa a las grandes empresas comerciales, cuya finalidad es precisamente combatir la alienación de los espectadores como consumidores y reivindicar el rol de los públicos en todas las actividades culturales.
En Chile, el movimiento cineclubista surge en los años 50 y 60, de la mano de jóvenes cineastas, que luego darían forma al Nuevo Cine Chileno, como Pedro Chaskel, Sergio Bravo y Aldo Francia. Este último, médico pediatra de profesión, fundó el Cine Club de Viña del Mar en 1962 y dirigió los destacados largometrajes Valparaíso mi amor (1969) y Ya no basta con rezar (1972). Como una forma de reconocer su importante labor social y cinematográfica, desde 2011 la Red de Cineclubes ha conmemorado su natalicio declarando el 30 de agosto el Día del Cineclubismo Chileno.
Ampliamente conocido como actor en cine, teatro y televisión, Cohen mantiene una no tan conocida faceta como poeta, académico, guionista y especialmente director de cine. Trabajadas desde las restricciones (plano secuencia, ausencia de diálogos, cámaras fijas), sus películas desnudan al Chile de los últimos 20 años, valiéndose de una fuerte crítica social, y logrando una estética vanguardista para el cine nacional.
Julio de 2012 fue el mes elegido por el Cineclub Universidad de Chile para realizar una retrospectiva a quien es considerado uno de los padres del cine independiente chileno. Desde «El baño» (2005) su cinta más conocida y premiada, pasando por «Adán y Eva» (2008), «Función de gala» (2007), el estreno de «Sueño y secreto subterráneo» (2004) film encargado por la empresa METRO que plantea la delirante situación de un Santiago sin metro, y destacando finalmente el rescate que la Cineteca Universidad de Chile realizó de la única copia conocida de «El Blues del Orate», realizada junto al colombiano Jorge Cano en plena dictadura militar y estrenada en el Festival Internacional de Cine de La Habana, donde obtuvo el premio Gran Coral, siendo alabada por tratarse de un experimento formalista en un único plano secuencia.
Recopilados los textos realizados para cada una de las funciones de la Retrospectiva, sumándole una entrevista realizada al propio Cohen, REVISTA SÉPTIMO ARTE presenta su dossier número 4… DESVIADO EN LAS RESTRICCIONES: EL CINE DE GREGORY COHEN.
Autores: Luis Horta, Camila Pruzzo, Guillermo Jarpa, David Antich, Pablo Inostroza, Carlos Molina Editor dossier: Alvaro Valenzuela
“Cuando todos se van por el foco, yo tiendo a irme a lo que está completamente opacado por el foco”
Era la primera vez que se hacía una retrospectiva de las películas dirigidas por él. Asimismo, era la primera muestra del Cine Club de la Universidad de Chile dedicada a un realizador chileno vivo y residente en Chile. El multifacético Gregory Cohen, principalmente conocido como actor, estuvo presente en tres de las cuatro funciones de la retrospectiva, donde un público de todas las edades participó activamente y compartió sus impresiones con el realizador.
Cuando las “voces autorizadas” del cine nacional, con el foco puesto en la industria y las multisalas, continúan vociferando la falta de interés del público local por la cinematografía chilena, la experiencia de esta muestra nos habla sobre la necesidad de revalorar las propuestas atrevidas, las digresiones, el debate y la participación de los espectadores.
-En esta retrospectiva se exhibieron cinco películas tuyas, una dirigida por Jorge Cano (Los blues del Orate) y escrita y protagonizada por ti, de las cuales sólo El baño fue estrenada comercialmente. ¿Por qué es tan difícil acceder a tus obras?
Es que nosotros [el equipo realizador] no hemos dado las facilidades para verlas. Siempre está este pudor, que también es temor y sobre todo autocrítica, de que las películas estén completamente bien, en términos de sonido, postproducción y todo. Además que son obras bastante particulares, que tienen sus nichos bien definidos. Pero de todas maneras yo creo que es buena la lección de esta retrospectiva, de acuerdo al recibimiento de la gente que las vio, que estas películas necesitan ser vistas, necesitan que se les dé mayor circulación.
-Tú trabajas con un elenco más o menos estable de actores (Lía Maldonado, Alex Zisis, Loreto Moya, etc.), ¿cuáles son las razones de aquello?
La incondicionalidad con los proyectos. Tiene que ver con que son producciones bastante especiales, que necesitan de mucha confianza, convicción y fe. Y allí los actores, (sean amigos o no) que están con el proyecto, más allá de los costos -porque también son películas independientes, sin un presupuesto concreto- son los que finalmente participan. El deseo de estar ahí es lo más importante. El casting no está dado por una audición, sino que por el deseo de compenetrarse e identificarse con la propuesta, con la visión ideológica, estética y social.
–El baño es la historia de Chile de los últimos cuarenta años desde la perspectiva de una cámara fija en una esquina, en Función de gala no hay diálogos entre los personajes por lo que la atmósfera de sonido es muy expresiva, y Los blues del Orate son un monólogo en plano secuencia, ¿por qué piensas el cine desde las restricciones?
Yo creo que no sólo el cine. Yo creo que todo lo veo desde la desviación, debo ser un poco desviado. Pero cuando todos se van por el foco, yo tiendo a irme a lo que está al lado del foco, o detrás del foco, o lo que está completamente opacado por el foco. Y no solamente a nivel estético, yo creo que es una manera de relacionarme con el mundo.
-Una de las películas que más debate causó en el Cine Club fue Sueño y secreto subterráneo, que fue concebida primero como un film institucional de la empresa Metro de Santiago pero el resultado es una cinta única y vanguardista en la frontera entre ficción y documental. ¿Cómo fue la labor de producción de esa cinta?
Es tal vez la producción más completa que teníamos. Es muy curioso porque, claro, es una película por encargo de Metro, pero en el proceso del encargo nosotros hicimos la propuesta, al cliente le gustó, y nos dio la suficiente libertad, y tuvimos la capacidad de disfrutar y de rescatar hacia el asombro algo tan institucional o tan formal como es el Metro. Y qué agradable es cuando uno además tiene una producción que va a dar cuenta si no en un 100%, en un gran porcentaje de lo que tú quieres proyectar en términos estéticos, de lenguaje, de delirio. Cuando el delirio está bien basado, es decir, cuando está apoyado por una producción importante, es muy agradable.
-Finalmente, ¿qué significa para ti que estas películas se exhiban en un espacio donde al final de la proyección hay debate entre el público?
Para mí es un homenaje tremendo esto. De partida, que le hayan dado el nombre “Retrospectiva” a un conjunto de 5 películas. La verdad es que, colocándolo dentro de este contexto, uno empieza a reconocer los valores de cada obra. Pero, más allá de la propuesta estética, es notable lo que van conformando estas películas en términos de testimonio de lo que es nuestro país y lo que ha venido siendo en sus distintos momentos, porque aquí agarraron un rango más o menos del año 87 al 2007, o sea, estamos hablando de 20 años. Eso me ayudó a mí mismo a conformar un panorama de las cosas que hemos hecho, por lo tanto estoy muy agradecido de la Cineteca y el Cine Club de la Universidad de Chile. Fue muy interesante poder conversar con las generaciones, con la mía, con la que viene más adelante y con los jóvenes. Por eso valoro tanto la importancia de los dípticos que reparten en las funciones, en los que hay críticas que hacen los mismos jóvenes. Aquello me gustó mucho, le dio mucho sentido a las películas. Después de todos estos años, que los jóvenes den cuenta con su visión, con su sensibilidad y con su lenguaje acerca de estas películas, me parece bien: empieza a tener sentido lo que uno hace.
Hace algunos días corrió la noticia que la comisión Salud del Senado despachó el proyecto de Ley Antitabaco con una cláusula que alude directamente a las producciones audiovisuales: la prohibición para que actores aparezcan fumando en pantalla en películas chilenas, de la misma forma en que se aplica en la industria norteamericana.
Los ágiles de la prensa se apresuraron en entrevistar a «los cineastas» (en particular a Silvio Caiozzi) quienes rápidamente repudiaron la decisión y evidenciaron lo ineludible: las decisiones en Chile se realizan sin mayor reflexión, bajo intereses políticos particulares y sectoriales, y sin que se sometan a discusión con los propios involucrados. Pablo Perelman fue tajante: «si llega a prosperar es totalmente absurdo, vamos a ser el hazmerreír del universo»
El inofensivo revuelo tuvo que ser desmentido a los pocos días por el ministro de Salud Jaime Mañalich, y obviamente aplicó la estrategia que se sigue en estos casos, alivianar la polémica y evadir la discusión más espesa: «Lo que se llama publicidad indirecta es la forma preferente de propaganda de la industria de tabaco hoy en día». No bastó, y algunos Municipios hicieran evidente otro problema logístico: ¿Quién financia la contratación de personal para que fiscalice la aplicación de la nueva Ley?. Fulvio Rossi se dirigió a la comunidad audiovisual local pidiendo «tranquilidad a los realizadores, productores, cineastas. Ellos pueden colocar en sus películas alguien fumando», como si el tema de fondo fuera ese y no la vacuidad en que trabaja la elite política.
La argumentación en torno al objetivo de esta medida, además de ser pobre, demuestra cómo es la concepción del arte para el Estado. «No nos parece adecuado que se pague a un actor para que aparezca contra su voluntad fumando» señaló el ministro Mañalich, desconociendo el trabajo de un actor y sin detenerse en las paradojas de aquella frase.
La primera, es el monopolio que ejercen las cadenas de cine y las producciones norteamericanas en nuestra pantalla. De las 10 películas mas vistas en el año 2010, todas son de nacionalidad norteamericana. Ese mismo año, el el 82% de los asistentes entró a ver una película producida en los Estados Unidos, mientras que solo un 2% accedió a una película chilena. El negocio se debe matizar con los siguientes datos: una película norteamericana puede fácilmente colocar 90 copias simultáneamente en todas las salas de cine de Chile, mientras que una película como «El Diario de Agustín» de Ignacio Agüero, solo contó con dos copias en las mas de 300 salas existentes en el país. Si ya el cine chileno es relegado por el mercado, ¿Quién evaluó la real influencia que ejerce en los sectores amplios de la ciudadanía?. Estados Unidos invierte no pocos recursos en copar el mercado local, sin que el Estado regule la cantidad de dólares que ingresan a compañías extranjeras vinculadas al cine y los productos asociados.
La responsabilidad por sustentar este sistema la ha tenido cada Ministro, Senador o Diputado que en treinta años han preferido mirar hacia un costado, propiciando la rapiña sobre las salas de cine y sacando al cine nacional del negocio, cuya presencia evidentemente entorpece el ingreso de (aún) más dinero. Soluciones esmirriadas como apoyos al fomento en la formación de audiencia han propiciado que en el gobierno del Presidente Piñera se subvencionase con recursos públicos a estas mismas cadenas privadas, con el objetivo de que pasen alguna película nacional. El temor a legislar sobre cuotas de pantalla parece no ser sino el temor a que los empresarios se sientan hostilizados y abandonen el negocio.
La censura que propone el Ministro Mañalich ya se hace efectiva por otras vías y otros fines: las películas chilenas deben someterse a exhibiciones en salas de cine arte (en Chile existen seis, cuatro de ellas ubicadas en Santiago, una en Viña del Mar y otra en Valdivia) y a los Cine Clubes. Evidentemente un espectador que se mueve en el contexto del «complejo cinematográfico», medirá una película chilena bajo el mismo parámetro de cualquier pieza comercial norteamericana, estándar también posibilitado por las herramientas intelectuales que le entrega el (único) sistema comercial a la ciudadanía, y que el Estado no solo avala sino que defiende con acciones como la no reposición de la Ley de 1967 y abolida por la dictadura en 1974, que retribuía un porcentaje de la venta de entradas de sala al productor, ayudando a la recuperación de una parte de la inversión. Una población que no tiene la capacidad de apropiarse de su memoria visual, ni los medios para hacerlo, solamente está sujeta al influjo alienante de la imagen.
Una segunda reflexión gira en torno a las estrategias vinculantes entre cine y educación. Bajo el prisma Estatal, el cine solo es cuantificable en relación a la influencia que produce en la ciudadanía. Por ende, la responsabilidad de la imagen, en la formación, es mayúscula. Esa influencia debiese ir de la mano con un contexto sociocultural que sustenta a cada sujeto, por tanto un asistente es permeable a la influencia del cine debido a las pocas herramientas de análisis con que se dota desde la base: la educación nuevamente como una actividad paternalista controladora, pero a evidentemente segmentada en nuestro país de acuerdo a las clases sociales.
Si en nuestra sociedad mediatizada la concepción de la imagen goza de la capacidad de influenciar a los sujetos que la componen, es perfectamente pertinente preguntar ¿Cuál es el rol que propone el Estado en una estrategia de empleo de recursos como la Televisión Digital con fines educativos y pedagógicos? ¿Qué rol cumple una universidad estatal en la formación de audiencias? ¿Cómo se está trabajando para implementar recursos audiovisuales en la educación escolar? Es evidente que una ciudadanía «letrada» podría no solamente diferenciar la representación o el registro de la realidad, sino que además tendría la capacidad de cuestionar el sistema cinematográfico que ofrece casi un 90% de producciones norteamericanas, se daría cuenta del colonialismo cultural al que es sometido, y se transformaría en un sujeto crítico capaz de cuestionar un panorama desfavorable e injusto en cuanto a acceso.
En resumidas cuentas, replicar estrategias poco serias, donde las decisiones de muchos las deciden unos pocos, es continuar con la burocratización de las instituciones públicas, despojo sufrido en los años setenta y nunca resarcido. La brecha entre servicio público y ciudadanía se hace evidente, de igual manera que la crisis que significa que el cine nacional hoy sea sometido a fabulaciones y chascarrillos producto de un campo político que, además de desinformado, demuestra su poca preocupación por las personas y el extremo cuidado por blindar sus cargos, sus escritorios, sus oficinas y sus saludos protocolares que tan buenos dividendos le reportan. ¿Qué se puede concluir de esta anécdota? La pobreza del medio político en torno a las expresiones culturales y el desamparo de la ciudadanía desde el mundo político.
Como una forma de generar nuevos espacios para la exhibición de cine chileno, es que la Red de Cineclubes de Chile (actualmente Asociación de Cineclubes de Chile asociacioncineclubeschile@gmail.com), con el financiamiento del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, hará itinerar a lo largo del país doce importantes películas nacionales en lugares que se caracterizan por la ausencia de salas de cine y espacios de acceso al cine local.
Además de la exhibición gratuita de las obras, el proyecto tiene una importante misión educativa que históricamente se ha manifestado en la formación de audiencias desde la conformación de los primeros cineclubes en los años cincuenta.
Cortos y largometrajes, ficciones, documentales y animaciones constituyen el pack que recorrerá Valparaíso, Santiago, Talca, Concepción, Temuco, Padre Las Casas, Valdivia, Río Negro y Osorno. Entre las cintas destacan Te creís la más linda (pero erís la más puta) del joven director “Che” Sandoval, 1973 revoluciones por minutode Fernando Valenzuela, y el documental más premiado en la historia del cine chileno:La sombra de don Roberto, de Juan Diego Spoerer y Hakan Engstrom; ninguna de las cuales fue estrenada en regiones y la mayoría ni siquiera llegó a salas de cine. De esta forma, la Red de Cineclubes comienza a generar una plataforma inédita de distribución alternativa dentro del país.
En localidades como Río Negro, en la provincia de Osorno, o Padre Las Casas, comuna aledaña a Temuco, no hay cadenas de cine ni antiguos teatros con pantallas de proyección. Pero los cineclubes “Raúl Ruiz” y “La Claqueta” ofrecen respectivamente a sus comunidades lo que las salas comerciales no hacen: programación constante y gratuita de cine arte e independiente, además de foros organizados.
A lo largo de Chile existe una veintena de cineclubes, los que, desde la creación de la Red, en junio de 2011, han comenzado a asociarse y trabajar de manera conjunta. La articulación de estos espacios ha sido una iniciativa principalmente del Cine Club de la Universidad de Chile, quienes hoy coordinan el proyecto.
La tarea no se acaba en la exhibición y el debate. Los productores de este trabajo, Luis Horta, Pablo Inostroza, Isadora Rivera, Camila Pruzzo y Guillermo Jarpa, también miembros del Cine Club de la Universidad de Chile, han compilado en un Manual de Cineclubismo, la información más relevante para crear, sostener y proyectar cineclubes en cualquier lugar del país. Esta publicación llegará a cada uno de los cineclubes de la Red, con el objetivo de fortalecer y visibilizar el trabajo que han venido realizando, y así toda la comunidad se interese por ver cine independiente y por la educación a partir del audiovisual.
Hay que recordar que el cineclubismo –como se denomina la actividad organizada y constante de formación de públicos- ha renacido en los últimos años, a partir de dos convenciones nacionales realizadas en la ciudad de Valdivia, de forma paralela al Festival de Cine de esa ciudad, contando con importantes invitados extranjeros, entre ellos miembros de la directiva de la Federación Internacional de Cineclubes (FICC), organización mundial que promueve los derechos del público y el rol del cine en la educación de la ciudadanía.
Todas las muestras son abiertas y gratuitas, y se extenderán entre julio y octubre.
Las películas que circularán son Mami te amo de Elisa Eliash, Pablo de Rokha. El amigo piedra de Diego Meza, Las horas del día de Christian Ramírez, Limbus de Miguel A. Vidaurre, La colorina de Fernando Guzzoni y Werner Giesen, Historias de aldea de Patricio González Colville, Te creís la más linda (pero erís la más puta) de J. M. Sandoval, 1973 revoluciones por minuto de Fernando Valenzuela, La sombra de don Roberto de J. D. Spoerer y Håkan Engstrom, Sendero de Theo Court, A. Bustamante y M. Muñoz, 1,2,3,escape de Vittorio Farfán y El espino de Theo Court.
Y los cineclubes participantes son el Cine Club Lumière, de la U. de Chile, de la U. Mayor y de la USACH, en la Región Metropolitana. En tanto, los de regiones son el Cine Club de la U. de Valparaíso, de la U. de Talca, Linterna Mágica de la UFRO en Temuco, La Claqueta de Padre Las Casas, de la Universidad Austral de Valdivia, Raúl Ruiz de Río Negro y el Cine Club Subtopo en Osorno.
Primeras programaciones
Cine Club USACH
Viernes 29 de junio
Te creís la más linda (pero erís la más puta)
Viernes 6 de julio
Mami te amo
Viernes 13 de julio
1973 revoluciones por minuto
Viernes 20 de julio
Pablo de Rokha. El amigo de piedra
Todos los viernes a las 18 horas en Sala de Cine Gladys PintoEcuador 3555. Subterráneo Edificio Talentos Artísticos. Metro USACH
Cine Club Subtopo de Osorno
Jueves 28 de junio
Te creís la más linda (pero erís la más puta) +La sombra de don Roberto
Jueves 5 de julio
Mami te amo + Sendero
Jueves 12 de julio
1973 revoluciones por minuto + El espino
Jueves 19 de julio
Pablo de Rokha. El amigo piedra + 1,2,3,escape
Jueves 26 de julio
Las horas del día
Jueves 2 de agosto
Limbus
Jueves 9 de agosto
La colorina
Jueves 16 de agosto
Historias de aldea
Todos los jueves a las 19.30 horas en Sofía Hott Mackenna 1101, Osorno
Con motivo del Día del Trabajador, Séptimo Arte ha realizado el presente dossier en torno a la figura y obra del documentalista nacional Fernando Balmaceda.
Conocí a Farías por su película. Es decir, al ver “Quiero entrar”, entendí que tras el film había alguien molesto por un sistema que condiciona pero no otorga. Bastante mas jóven y alocado que otras producciones nacionales, la película es un desprejuiciado retrato de las ansias aspiracionales de la clase media. Sin pretenciones mayores que la de armar una película tan experimental como subversiva, “Quiero Entrar” contiene una carga poética que pocas veces aparece en el cine local.
Cuando conocí a Farías en persona, entendí que no me había equivocado. Nobleza otorga, coincidimos en el estreno de otra película chilena completamente independiente, de esas que no financia el estado ni los fondos de Europa. Farías sabe que ha hecho una película modesta, pero que su importancia radica en enfrentarse a la impune violencia que ofrece el sistema hacia quienes, alienados, no tienen el lujo de poder optar por las vidas que quieren llevar adelante.
“Quiero entrar” reflexiona sobre aquellos que llegan a sus casas agotados luegos de ser explotados por la máquina capitalista, prenden el televisor y reciben la superficialidad de los medios de comunicación. Un Chile idílico que no existe sino en la cabeza de los ejecutivos de las cadenas de televisión y los controladores de los medios de comunicación. La película es crítica con ese sistema y se vale de un caso delirante como el de Eduardo Orellana, que aspira a llegar a trabajar en televisión. “Quiero entrar” es la metáfora del ciudadano contemporáneo y de cómo funciona la influencia de los medios en la gente y lo superficial que pueden ser la objetividad cínica de Facebook o Twitter sobre un país que se cae a pedazos por culpa del arquetipo neoliberal, el mismo que Farías no solo cuestiona, sino que le indigna y molesta.
¿Cómo surge la idea de realizar «Quiero Entrar»?
Por el año dos mil conocí a Eduardo Orellana por un video promocional en el cual él, de manera bastante arriesgada y original, presentaba sus trabajos televisivos sin discriminar la factura: comerciales, apariciones en el programa “Mea Culpa”, cameos aplaudiendo como publico en algún estelar…Orellana había realizado este compilado de imágenes con el fin de que algún director lo descubriera y le permitiera desarrollar sus talentos en la pantalla chica. Si bien es cierto, el tenor de dicha performance podía rayar en lo delirantemente patetico-triste-hilarante, detrás de esa capa noté un grito desesperado de la humanidad por poder desarrollar sueños imposibles en este sistema que no permite realizar esas proezas con facilidad. Eso fue lo que me sedujo, la valentía y lo jugado de Eduardo Orellana, y cómo de alguna manera él nos representa en nuestras miseras y vanidades, que se esconden detrás de nuestros aparentemente controlados egos.
¿Cuál es tu impresión del medio cinematográfico nacional y que espacio ves para las películas independientes? Lo estoy recién conociendo, pero claramente me doy cuenta lo difícil que es sacar adelante películas experimentales, independientes y de bajo presupuesto, ya que el medio claramente recibe dentro de sus “getthos” películas con temáticas y estéticas que obedezcan a un cine «vendible» y tradicional, ojalá que parezca un film europeo: sandías caladas que se van directo a Cannes. Los directores trabajan para quedar en esos festivales mas que por hacer un cine de autor y que se meta en “las patas de los caballos” o que hable de las miserias de este país, de lo particularmente especiales que somos con ese híbrido facista que permite que la derecha vuelva a gobernar, o elementos de nuestra idiosincrasia como eso de no quedar mal con nadie, de salvarse solos o hacer despegar a los «amigos», a los «socios estratégicos» o «coleguitas» que quieren pegarse un viajecito…
Creo que hay que abrir los espacios. Así como la gente está saliendo a las calles a pelear por su dignidad, deberán abrirse aún más las puertas para que el cine ultraindependiente vea la luz y se proteja a los nuevos creadores.
¿Cómo llegaste a trabajar con Willy Benítez y Eduardo Orellana? A Willy lo admiro mucho, siempre quise hacer algo con él. Es un actor de mucha trayectoria y que hay que revalorizar. Edurado es el mejor protagonista que pude contratar para que diera vida a una película como “Quiero Entrar”: nuestro Frankistein reivindicativo de los soñadores…
¿Cómo ha sido la recepción de «Quiero Entrar» por parte del público?
A los que mas les gusta es sin duda a la gente sensible, profunda, inteligente y que es capaz de mirar más allá de sus gustos y su ombligo, particularmente gente con una visión política de la vida, bastante potente, de no transar. “Quiero Entrar” es como guerrillera, sin pecar de pedante, pero la visceralidad del film atrae a la gente apasionada, poética, de “guata”…es una película que se ve “desde lo más profundo de la guata”, por eso nuestro más fiel público son los cabros jóvenes que se dan cuenta que de alguna manera se puede opinar desde el cine, y se pueden sacar adelante sueños aunque no te auspicie ningún Fondo Concursable.
* «Quiero entrar» se exhibe este miércoles 28 de Marzo a las 19 hrs en la jornada inaugural de la 4º Muestra de Cine Chileno contemporáneo que organiza el Cine Club de la Universidad de Chile. La proyección se realizará en la Sala Jorge Müller ubicada en Ignacio Carrera Pinto 1045, comuna de Ñuñoa, a pasos de las calles Macúl y Grecia. La entrada es completamente liberada.
Revisa la programación completa en www.cineclub.uchile.cl y las novedades en el Twitter @uchilecineteca